Nuevos humanos de la era multimedial

A esta altura del siglo XXI suponemos que todos miran series. Todos. Netflix y otros servicios de la misma índole fueron revolucionarios en el mundo del entretenimiento.

Ya no hay que esperar a que sean las dos de la tarde para ver la serie, no hay que salir a comprar el DVD, todo está al alcance de la mano. Ni siquiera tenés que disponer de un televisor, lo podés tener en el celular.

Pero a la hora de analizar a los consumidores de estos servicios podemos identificar varias subespecies dentro de la rama homo sapiens.

El más conocido es el homo noctis. Estos especímenes son capaces de mirar toda la temporada en una noche, de ahí su carácter nocturno (noctis). Se dice que sufren alguna especie de problema en la memoria a corto plazo, ya que al final de cada capítulo se dicen a sí mismos “Este es el último”, “Este y me voy a dormir”, y otra serie de falsas declaraciones. El homo noctis es fácilmente reconocible durante el día, debido a que amanecen (si es que amanecen) con la marca de la almohada en la cara, unas ojeras profundas como agujeros negros y pueden experimentar desmayos espontáneos. Sin embargo, ello los ha formado para poder convertirse en mentes creativas, capaces de inventarse cualquier excusa de por qué no hicieron el trabajo que tenían que hacer.

 

Otra subespecie es una que se caracteriza por dejar todas las series por la mitad. El homo imperfectum (incompleto) suele ser un procrastinador de profesión, es tan bueno aplazando las cosas que incluso procrastina las cosas que le gustan. Tienen fama de inconformistas: todo les aburre, nada los atrapa lo suficiente, tiene muchas temporadas, es muy poca acción, es mucha acción, no les gusta la protagonista, no les cae el extra que pasa caminando en minuto 10:14.

 

Se dice que el origen de este grupo yace en las personas que quieren contentar a todos viendo todas las series que les recomiendan pero que al final su propia bondad se convierte en su castigo. Así siempre prometen cosas que no van a cumplir.

Sin embargo, no hay que confundir a los imperfectum con el homo superbissimus -también conocido como homo snobus-, más refinado, que se ponen el cartel de «críticos de cine» y ya vienen con otro estilo de excusas como que la luz no era la adecuada y no podrían seguir viendo algo que ofendiera tanto su percepción estética. Y solo para estar seguros de lo horrible que es la serie ven, cada tanto, otro episodio. Quizás se sepan todos los diálogos y tengan screenshots de la serie, pero está asegurado que detestan la serie. No tiene nada que ver su fondo de pantalla, seguro se lo cambió algún amigo o familiar (los mismos responsables del historial de navegación, claro). Jamás mirarían algo tan corriente.

 

Luego podemos identificar a quizás el grupo más numeroso: homo fanaticus. Está compuesto en su mayoría por adolescentes y adultos jóvenes. Estos no son consumidores, son hiperconsumidores. Se trata de una rama que no solo ve la serie, se involucra con ella y la hace parte de su vida. Así vemos casos de los que se gastan todos sus ahorros y los de su familia para comprarse la remera de la serie, la gorra, el buzo, otro buzo igual por si el primero se mancha, todos los funko pops de los personajes, el llavero y el peluche. Es el grupo preferido de las empresas, ya que con tal de ponerle la cara del protagonista a un alicate ya saben que lo venden a una cantidad equivalente a seis veces la población de China en dos semanas. Su vida se basa en mirar la serie, comprar el merchandising, ahorrar para comprar el merchandising, y ahorrar para pagar el préstamo que le pidieron a un banco para pagar el préstamo que le deben a otro banco para poder comprar más merchandising (fiel ejemplo de la macroeconomía latinoamericana).

 

Según la popularidad de la serie, se los puede ver en las Comic Cons (única vez que dejan la casa) haciendo cosplay de Benedict Cumberbatch como Sherlock. Allí es el único lugar donde pueden expresarse libremente, ya que en el mundo diario solo reciben miradas extrañas sin siquiera la necesidad de vestirse como un británico con pómulos prominentes. El problema es que este grupo está tan inmerso en la serie que utiliza códigos especiales referentes a ella, pero no entienden que aquellos ajenos a su círculo de entretenimiento no los comprenden. (Introducen en un diálogo normal la palabra quiznack o comparan situaciones cotidianas como quemarse con la pava con la vez que la mamá de los Winchester estaba poseída colgando del techo y combustionó de manera espontánea). Es por ello que resultan un tipo muy selectivo. La mayoría de sus amigos son por internet, en los sitios que se desarrollan las bases del fandom, donde otros como ellos comparten material referente a la serie. Su amor los lleva a crear material artístico original relativo a la serie como dibujos (fanart), novelas y cuentos cortos (fanfiction), edición de imagen y video (edits), y los llevan a imaginar escenarios y rasgos personales de los actores o personajes (headcanons). Los pertenecientes al fandom suelen presentar síntomas semejantes a los de un adicto, como aceleración del ritmo cardíaco, hiperactividad, excitación psicomotriz, ataques epilépticos, inquietud, insomnio, estados alternos entre la euforia y la depresión y agresividad (especialmente cuando no suben el nuevo capítulo). Pero no es de sorprenderse que la estimulación emocional de los contenidos multimediales resulte como una droga en sus vidas aburridas.

 

Es esto último lo que inspira a muchos a volverse homo fanaticus. No solo en el rubro multimedial, también existen los fanáticos de libros, de música, de teatro, entre otros. Los raros, los nerds (porque, aceptémoslo, son nerds), los frikis y los geeks. Quiero decir, ¿a quién se le ocurriría hacer una cosa semejante? ¿Quién en su sano juicio querría desprenderse de esta magnífica realidad llena de crisis económicas, guerras, conflictos sociopolíticos, homofobia, sexismo, discriminación? No, esto es el maldito Cielo.

 

Lucía Díaz, 6to “A”

Escribir comentario

Comentarios: 0