Las llamas de la imaginación

Los alumnos de sexto año del Instituto Nuestra Señora de Loreto participaron de un concurso literario organizado por la Feria del Libro. El mismo consistía en crear un cuento que debía estar inspirado o basado en el cuento "La niña de los fósforos".

Esta obra habla de una niña pequeña, que se encuentra en las calles de su ciudad vendiendo fósforos. Ella vive en una situación de pobreza, descalza y

hambrienta en una noche fría. Luego de no resistir el frío y el cansancio, la niña fallece.

 

A continuación, presentaremos algunos cuentos creados por los alumnos para presentar en el concurso:

Gastón Idiart, escritor de “Congelado”.
Gastón Idiart, escritor de “Congelado”.

Congelado

(Año: XXXX; mes: 05; Día: 06): Bueno, una vez más la comida escasea y no hay ninguna ciudad en los alrededores. ¡Genial!, me encanta, estar con las entradas cerradas y completamente rodeado de nieve hasta el cuello… Cierto estaba haciendo esta grabación en caso de que alguien lo encuentre en algún futuro, si es que hay algún futuro y la humanidad no se extinguió por la “gran helada”. Bueno, se podría decir que si, el mundo está congelado, y si alguien encuentra esto, quiere decir dos cosas o que la humanidad resistió la helada pero sigue, o que paró, y no importa si lo encuentra otro tipo de “humanidad”, si es que se les puede aplicar el termino ya que a lo mejor usan otro termino en ellos mismos. Lo importante es dar a conocer qué sucedió en este planeta hablando de manera concreta. Todo comenzó con el calentamiento global si no me relató mal mi padre, el cual tuvo la oportunidad de vivirlo, que trataba, como dice el nombre, un planeta más caliente. Mi padre me hablaba de que la temperatura global había aumentado alrededor de dos grados y medio, pero al momento de sentirlo en casa era como si hiciera alrededor de quince grados más. Él me tuvo cuando la temperatura empezó a bajar, pero nadie había sido capaz de prever lo que ocurriría después, cuando yo tenía alrededor de 17 años. Se hablaba de que la temperatura estaba decayendo más rápido de lo esperado, como si el planeta perdiera toda actividad y, de hecho, esa especulación parecía muy aproximada a la realidad. Los únicos datos que se pudieron obtener, o mejor dicho que pude obtener, fueron una decaída en la actividad magmática sumado a eso todos esos métodos que se implementaron para eliminar la capa de gases invernaderos, métodos que fueron extremadamente exitosos luego de estar un grado arriba de la temperatura, ya que, como siempre, los que podían sacar provecho del problema, lo sacaron antes de arreglarlo, ¡y cuando ya se estaba en un estado crítico decidieron optar por el camino correcto solo para después poner la excusa de que los que queríamos arreglar el problema NO NOS ESFORZAMOS LO SUFICIENTE! ¡A pesar de que algunos nos tomamos día y noche debatiendo sobre cómo arreglar el maldito problema!

(Fin de la Grabación).

(Año: XXXX; Mes: XX ; Día: 24): Bien como ya se dijo en la anterior grabación, la cual la tuve que revisar porque me olvide en donde lo dejé, la comida escasea, pero ahora se le suma que queda poca gasolina para abastecer los generadores, los cuales fue una fortuna para que funcionaran ya que en junio una tormenta arrancó los paneles solares y ahora están sólo Dios sabe dónde… jajaja…se supone que Dios provee, aunque ahora parece que nos está castigando y a mí parece que me colocó en el infierno... ¡COFF! ¡COFF! ¡COFF! ¡Maldita gripe!

Bueno retomando lo anteriormente mencionado, una tormenta arrancó los paneles de la estación, la cual funcionaba perfectamente en esta zona ya que antes no había muchas tormentas como la del otro mes. Además, yo solo me pongo a vivir en una estación en el norte de Estados Unidos, uno de los lugares más afectados por el congelamiento. Y a eso hay que sumarle que Estados Unidos a pesar de ser potencia, estuvo entre los primeros en caer, ya que cuando empezó a congelarse el planeta, ah cierto me olvide de comentar luego de que la temperatura empezó a decaer empezó a nevar en lugares más cerca de los trópicos, y luego todo empezó a congelarse… Todavía recuerdo ver a todos siendo congelados por la ola de frío, sus rostros de agonía congelados… sniff… Sí, todos congelados… (Silencio)… (Se escuchan llantos)…

 (Fin de la grabación).

(Año: XXXX; Mes: XX; Día: XX): ¡JAJAJAJAJAJA! Genial esto me parece increíble, parece que alguien encontró esta vieja estación de investigaciones, después de mucho tiempo, puede que por fin me salve. Yo no podría durar mucho afuera, tuve la fortuna de que los generadores andaran porque el motor de mi moto de nieve había quedado congelado en el medio de la nieve hace mucho tiempo. Además, ¡tuve que caminar por dos malditos días! Pero eso ya no importa, por fin estaré con algún grupo y podré comer, beber y socializar con más personas o lo que sea que me encuentre… Ya sé, voy a abrirles la puerta para que ellos hablen un poco y se grabe lo que les pasó y cómo me encontraron. (Se escuchan pasos) (Se escucha la puerta) ...¡¡MAMÁ!!...¡¡PAPÁ!!...

(Lo que sigue de la grabación es solo el sonido del viento, con una duración de 10 horas).

 (Fin de la grabación).

(Cerca de la estación fue hallado un cadáver sorprendentemente en descomposición. Aparentemente algunas bacterias mutaron para resistir el intenso frío, aproximado al bajo cero, solo le quedan los huesos con algo de carne y todavía tiene la ropa. Parece que estaba intentando alcanzar a algo o a alguien. Pero la cuestión no entra ahí, sino en ¿cómo se puede estar hablando de un cadáver y cómo unas grabaciones pudieron ser escuchadas, si éstos nunca los hallaron? y ¿cómo se puede estar hablando de que no fueron hallados si el planeta sigue congelado y no hay rastros de algún humano sobreviviente?)

 

Idiart, Gastón 6°A.

Giuliana Foche escritora de “El fuego de su alma”.
Giuliana Foche escritora de “El fuego de su alma”.

El fuego de su alma

Clara era una niña de 8 años. Una niña alegre y llena de vida, un alma encendida, una pequeña llamarada azul, pero de cabellos rubios. Su madre y su padre dos seres cálidos y amorosos, que viven la vida con intensidad, gozando cada momento al máximo. Son dos fuegos cegadores que siempre mantienen a Clara encendida y brillando. Tras un invierno tormentoso, el fuego del alma de su papá comenzó a atenuarse. Se había quedado sin empleo, o eso creía haber entendido Clara tras oír conversaciones refugiadas detrás de los muros de su casa. Desde ese momento, su padre no volvió a ser el mismo, si bien no dejó de ser un hombre intenso, el fuego de su alma comenzaba a perder esos tonos azulados que tanta calma le daban a ella, y pasaban a convertirse en pequeñas llamaradas, de esas que hacen saltar chispas por doquier.

Mamá comenzó a apagarse con los días, cada vez se envolvía más en su oscuridad. Todo estaba cambiando, pero no fue hasta esa noche que Clara se sintió fría por primera vez. Ella se encontraba dormitando, cuando comenzó a escuchar entre sueños, lo que parecían alaridos de su madre y una voz estruendosa que ocultó por completo la dulzura y amor que alguna vez transmitió. Era su papá. Ella despertó, y al hacerlo, vio debajo de su puerta chispas que volaban por el pasillo, y que querían colarse en su habitación, y junto con estas, un olor insoportable a licor. Se armó de valor, bajó sus piecitos de la cama y acercó su ojo a la cerradura de su puerta. Al hacerlo descubrió que ambas cosas provenían de la boca de su papá. Se sintió desprotegida, no sabía qué estaba pasando, pero en los días siguientes ya lo comprendió mejor. Las chispas, la incertidumbre, los ruidos fuertes, comenzaron a hacerse más y más regulares. Clara cada día se apagaba un poco más.

Mamá tenía quemaduras en sus brazos y ella notaba en sus ojos que esa frescura e intensidad que llevaba en su corazón ya no estaba, se estaba apagando para siempre.

Años pasaron en la vida de aquella pequeña llamita vivaracha, noches y noches con miedo y dolor. Hoy, Clara es una mujer, que en su alma carga con cenizas, restos de lo que alguna vez fue un fuego intenso y pacífico que la inundó en esos bellos años.

 

Foche, Giuliana 6°A.

Malena Ruta escritora de “La luz de la vida”.
Malena Ruta escritora de “La luz de la vida”.

La luz de la vida

Eran pasadas las 9 pm y ya rendido me encontraba en la vereda de alguna cuadra bastante despoblada, con mi hija en brazos. Ya había dejado de sentir mis pies por el frío y mi niña no paraba de temblar. Sabía que ella estaba en las últimas, le costaba respirar y ya casi no podía hablar. Nunca habíamos sufrido un invierno así, tan helado que la sangre te deja de fluir, un invierno donde, al igual que los anteriores, no teníamos lugar para caer muertos, ni comida, ni abrigo, ya casi ni vida. Y es que uno les promete a otros y se promete a uno mismo que las cosas van a cambiar, pero hay cosas que, aunque uno intente, no cambian más. Qué decepcionada debe de estar mi esposa, el amor de mi vida, viéndome desde arriba sin poder cuidar a nuestra beba. Porque ella siempre me repite que es una nena grande, que ya va a cumplir 7 años y está cerca de ser toda una adulta, pero para mí siempre va a ser mi beba. Mi beba a quien se la estaban llevando lejos, se la estaban llevando con su madre, al cielo y al… ¡qué mal padre que soy! Mi único deber en el mundo era mantener a mi niña con vida y fallé. La abrazo fuerte, intentado darle calor, pero sé que es inútil, el color se le está yendo de la cara y sus manitos están congeladas. Es mejor dejarla ir, yo sé que es lo mejor, ella va a poder ser al fin feliz cerca de su madre. Acá en este mundo, apenas sobreviviendo, mendigando por comida y agua, nunca iba a ser feliz. Nunca iba a poder darle lo que se merece. Ojalá me perdones, mi amor, por no poder salvar a nuestra hija.

Veo que abre los ojitos, apenas, con mucha dificultad. Me mira y no logro descifrar si con su mirada, me está pidiendo ayuda o me está diciendo que todo va a estar bien. Abre la boca para hablar, pero no le salen las palabras, no le sale nada. La abrazo aún más fuerte, intentando aliviar el frío y el dolor, siento las lágrimas deslizarse por mi cara, sé en mi corazón que es el final, sé que tengo que decir adiós. Pero ¿cómo se le dice adiós a lo único que te mantiene con ganas de seguir viviendo? ¿Cómo se le dice adiós a la personita que más amas en la vida? Tranquila, todo va a estar bien, papá está acá, no tengas miedo le digo con apenas un hilo de voz. Pronto vas a estar con mamá busco aliviarla, pero mi voz se quiebra en el intento. Mi pobre bebé, cuántos años de vida te quedarían si yo hubiera sido lo suficiente bueno para cuidarte. Ojalá Dios y todos los santos logren perdonarme algún día.

Escucho luego de unos minutos un suspiro, escucho cómo abandona esa mínima pizca de aire que quedaba en sus pulmones, cómo abandona toda esperanza. Ya no respira, ya no se mueve, ya no tiene vida. Un llanto desconsolado sale de mi cuerpo y lo único que me alivia, aunque solo un poco, es pensar que ahora ella estaba mejor, que ya no iba a sufrir ni a padecer. Ahora estaba en el cielo, con su madre, feliz. Me la imagino sonriendo, abrazando a su mamá después de tanto tiempo, cálida bajo los rayos del sol.

Pero no me animo a soltarla, aún la tengo en mis brazos, no puedo dejarla. Y me quedo así, abrazándola por horas, con el frío envolviendo mis huesos. A lo lejos veo que la noche ya no es oscura, pronto el sol amenazaría con salir, aunque el fresco no cesaba. Decidí que era hora, era tiempo de seguir, tiempo de empezar de nuevo. Dejé a mi niña acostada sobre el cemento, con sus manos sobre su pancita y sus piernas estiradas. Nunca me había dado cuenta, pero era tan delgada como un fósforo, y tenía su pielcita bronceada de estar siempre bajo el sol. La despedí con un beso en la frente deseando reencontrarme con ella pronto y ya de pie comencé a caminar por la deshabitada calle.

No sé cuánto caminé y tampoco me importaba, me sentía deshecho, estaba solo, completamente solo. Caminando, cruzando calles, pasando casas con hermosos techos llegué a unas vías, comencé a cruzarlas y vi de lejos cómo se acercaba un tren y vi cómo se asomaba el amanecer arriba de este y no me pude mover. Vi como un nuevo día surgía y cómo todo lo pasado quedaba atrás. Estaba cada vez más cerca, sabía que debía salir de aquellas vías o no podría seguir, pero la luz del tren me parecía extremadamente llamativa, tan hermosa. Comencé a escuchar las bocinas del tren, que me avisaban que debía correrme de allí, pero no podía, aquella luz era demasiado hipnotizadora. Imágenes borrosas se proyectaban en la luz, pero no lograba distinguir que eran y comencé a caminar casi sin darme cuenta hacia el tren, con la esperanza de poder distinguir las imágenes. Ya casi, eran cada vez más claras. De pronto los bocinazos cesaron y escuché, en su lugar, una voz que me llamaba. Una voz familiar, muy dulce. Y la vi a ella. A mi niñita que venía corriendo de la mano de su mamá. Corrí a abrazarlas, las piernas ya no me pesaban y no sentía frío, todo era cálido y luminoso. Me sentía feliz, por fin me sentía con vida.

 

Ruta, Malena 6°A.

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