Compartimos dos relatos realizados por personas del Centro Educativo Loreto o conocidos de las mismas. El primero trata sobre la escuela, contando su importancia y cómo afecta en la vida de los alumnos, de manera positiva. El segundo es un relato cómico en el que la narradora es la madre de una adolescente y se queja de los cambios que hubo en su relación, en comparación a cuando su hija era pequeña.
“La escuela” – Anónimo.
Los niños llegan cada mañana a la escuela con la emoción pintada en sus rostros. Sus mochilas cargadas de libros, lápices y sueños por descubrir.
En sus aulas, se forjan amistades eternas y se crean recuerdos imborrables. Los momentos compartidos en el patio de recreo son como pinceladas de felicidad que colorean las vidas de los niños. Juegan, ríen y aprenden el valor de la amistad y la importancia de colaborar juntos.
La escuela es un refugio seguro donde los sueños crecen y se hacen grandes. Acá, se despierta la pasión por el arte, la ciencia, la literatura. Cada talento es aplaudido y cada esfuerzo es reconocido.
Cada mañana, los niños se levantan con la certeza de que, al pisar su suelo, se convertirán en mejores seres humanos.
Con el paso de los años, los pequeños estudiantes se convierten en adultos, llevando consigo los tesoros que la escuela les había regalado. Sus corazones están llenos de gratitud y su mente abierta a nuevos horizontes.
Y así, entre números y letras, entre experimentos y descubrimientos, el conocimiento se convirtió en un diamante invaluable.
“Tu hija adolescente está cambiando” – Candela Strangio.
Tu hija adolescente está cambiando. La miro ahora, sus facciones se están volviendo como las de toda una adulta, su cuerpo cambia y sus formas de expresarse también. Ya no creo poder alzarla a upa y llevarla a la plaza a comprarle un chupetín y que eso sea toda la felicidad que encuentre en el mundo. Ni tampoco jugar con juguetes, a “la mamá” o “la bebe” y que se descostille de risa cuando le hago muecas graciosas.
Me acuerdo, tiempos aquellos, cuando de chiquita me la llevaba para todos lados. Si yo tenía que hacer un trámite, venía conmigo. Teníamos un cumpleaños y me seguía sin dudarlo. Iba al supermercado y me acompañaba.
En este momento, le pregunto si quiere ir conmigo a algún lado, y la única respuesta que recibo es: “No, qué aburrido, me quiero quedar”. Ahora parece que todo lo que le importa está encuadrado en un aparato móvil, el celular, con el que pasa las 24 horas, más que conmigo misma. A mi parecer, está en la época en la que le importan más los 100 likes en “Instagram” que salir a dar un paseo con nosotros. La veo todo el día deslizando la pantalla hacia arriba, mirando ese bendito “Tik Tok” y bailando, imitando a alguien en su celular. Ahí es cuando me pongo nostálgica y recuerdo, ¿dónde está esa niña, mi chiquita, que hace tan solo unos años estaba jugando con las muñecas? Y sobre todo ¡que me prestaba atención!
Ahora parece que hablo y pasa por arriba mío un tren, es como si ella no hubiera oído nada. Tengo que repetir la oración 80 veces, hasta que finalmente logro que me dé una respuesta, que sin apartar los ojos del celular es “Si” o “No”. Otro problema, es cuando discutimos, ella siempre, pero SIEMPRE, tiene la razón. No importa cuántos fundamentos tenga para explicarle que estoy en lo correcto, siempre habrá una contradicción. Según ella, lo que dicen los padres está equivocado y es “antiguo”.
Antes, aunque era chiquita, le pedía que hiciera algo, como juntar sus juguetes, y lo hacía. ¡Ahora ni la cama se digna a hacer! Tengo que rogarle para que lo haga, y las pocas veces que cumplo mi objetivo, me pide algo a cambio: “¿Podemos ir a comprar ropa más tarde si lo hago?”
Sin embargo, y aunque haya mil cosas negativas de las que hablar sobre las adolescentes, también hay muchas positivas. Sobre todo, recordar que ella siempre será tu hija, y que sin importar su edad, siempre vas a tener un vínculo especial con ella.
Por Micaela Rodi, Micaela Gonzalez, Julia Dressl y Thiago Santoro.
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