Tres relatos literarios

 Compartimos breves relatos y poemas realizados por personas del Centro Educativo Loreto o conocidos de las mismas. El primero de ellos es un poema realizado en base al Día de la Mujer, en el cual se defiende como una. El siguiente es un relato corto que trata de una pareja a punto de pasar a tener una relación a distancia. Y el último es también un relato, en primera persona, que narra la manera en que recuerda a su hermano fallecido.

Soy mujer, Y ME VAS A ESCUCHAR.” de Agustina Peloso.

Es 8 de marzo,

Me cansé de decir que no me saluden.

Me cansé de explicar por qué no quiero flores.

Me cansé de pedir que se fijen todo el año,

Y que no solo este día nos valoren.

 

No me digas “feliz día de la mujer”,

Porque ser mujer me hace sentir todo menos eso.

Soy mujer, y solo por eso me acosan, me tildan de débil, de histérica.

Soy mujer y no puedo volver del colegio sola.

Soy mujer y si estudio en un colegio industrial soy la rara.

Soy mujer y si estoy en un cargo alto,

buscan por donde está la trampa.

 

Es 8 de marzo,

Hablemos de historia, pero no de las fábricas en el siglo XVIII

Hablemos de la historia que estamos haciendo ahora

De la historia de las desaparecidas,

Las que son acosadas,

Las que miran un video de defensa personal en una red social,

Las que tienen miedo de caminar solas,

Las que fueron atacadas,

Y de las que fueron y ya no están, porque por ser mujer las mataron.

 

Esto también es historia,

Es mi historia

La historia de lo que me gritan,

Lo que me chiflan o lo que me miran.

La historia del "Avisa cuando llegas" de mi mamá cada vez que salgo,

La del "si vas en colectivo ponete campera con esa remera",

La de "vos ojo con publicar mucho donde estás".

 

Soy mujer,

No soy débil, histérica o menos,

Soy mujer,

Soy igual a vos, autosuficiente y puedo ser fuerte.

 

No le digas “feliz día” a una madre,

Decile “feliz día” cuando no se le encargue la crianza de los niños,

Cuando no se alabe al padre por algo a lo que se estigmatiza a la madre,

Cuando no le tengan que decir "te ayudo con los platos, comida o lavado",

Asumiendo que es su responsabilidad.

 

Decime “feliz día”,

El día que no salga con miedo

El día que, si me matan, no busquen excusas en mi vestimenta

El día que no me tenga que cubrir a mí misma por tus ojos degenerados

El día que no me estigmaticen

El día que me tomen como igual

El día que ser mujer, no me distinga de ser HUMANA.

 

“Encontrados” de Guadalupe Salviati.

“Vení, seguime”, dijo y agarró su mano.

El corazón de Delfina se aceleró y se dio cuenta de que estaba roja porque, de pronto, había empezado a sentir mucho calor. “Menos mal que es de noche y no se ve”, pensó para sí misma y se dejó llevar por la agilidad de Teo.

Estuvieron caminando unos cuantos minutos, yendo y viniendo. Debían estar en el centro del laberinto porque reinaba el silencio. Sus manos, de tanto tiempo estar agarradas, comenzaban a transpirar, pero ninguno quiso soltarse.

Delfina recordó la canción que Teo le había mostrado hace unas semanas en el colegio, antes del viaje de egresados, y comenzó a tararearla. Él siempre había sido así con ella: le regalaba golosinas del buffet, le hacía dibujos y le escribía cartitas; hasta a veces dejaba de jugar a la mancha en el recreo para estar juntos.

Aprovechó que estaba concentrado en buscar la salida para poder mirarlo mejor. Siempre que lo hacía le pasaba algo lindo: la panza le hacía cosquillas y se sentía más feliz y especial.

Pero esta vez fue diferente porque sabía que ese viaje sería la última vez que lo vería. Su mamá había conseguido trabajo en Buenos Aires y se iban a mudar. No sabía mucho de su nuevo colegio, solo que quedaba muy lejos del que iba y que los chicos no usaban el guardapolvo blanco.

Llegó un momento en el que empezaron a escuchar los ruidos de sus demás compañeros y vieron de lejos a Joaquín y Tomás encontrar la salida. Sin decir nada, comenzaron a dirigirse hacia ellos. Pero Delfina sintió algo raro en la garganta y sin saber muy bien por qué, soltó la noticia, rápido y sin pausas:

“Teo, el año que viene me voy vivir a otra provincia”

El chico se quedó inmóvil y estuvo en silencio por unos segundos. A Delfina le incomodó el silencio y se había vuelto a poner roja, pero el chico finalmente habló:

“¿Sabes qué? Debe haber otra salida más difícil, vamos por otro lado”

Ella sonrió, también quería pasar más tiempo junto a él, y volvieron a perderse un ratito más.

 

“La llamada eterna” de Anónimo.

Llamo a mi hermano después de beber un sorbo de café. Como vivo en soledad, lo extraño. Mientras espero su respuesta, escucho las goteras caer en el balde de su habitación e imagino su figura sentada en la silla enfrente de mí.

No puedo olvidar ese momento: cuando estábamos en ese hermoso paisaje jugando con nuestro perro, ni cuando sostenía su papel practicando su guión de forma constante para esa obra de teatro a la que tuvo el valor de presentarse.

Cuando las goteras dejaron de caer, mi pensamiento cambió a esa noche fúnebre. Además de no ocultarse bien, me perjudicó con esa terrible sorpresa: decidió quitarse la vida y cruzar la frontera. Ahí me di cuenta que optó por dejarme sola y que esta llamada nunca será respondida.

Por Micaela Rodi; Micaela Gonzalez ; Julia Dressl y Thiago Santoro.

 

 

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