Añatuya y la Sección Literaria

Con motivo de la reciente misión a Añatuya y el arduo trabajo de compañeras de la sección que viajaron para llevar la literatura a los chicos, les compartimos esta nota donde podrán ver el trabajo hecho y aprender de ellas.

Por Natalia Merdikian y Lourdes Genise

Durante el viaje a Añatuya de este año, la Sección Literaria estuvo presente. Esto lo hicimos a través de tres actividades distintas: El kamishibai, lectura de poesía y canciones infantiles (en realidad, las últimas eran también poesías, pero para nosotras, al haberlas aprendido de chicas como canciones, nos resultaba imposible no tararear las melodías al leerlas).

 

 Es importante, para poder leer esta nota, comprender que estábamos llevando la literatura a niños y niñas que no practicaban la lectura demasiado o al nivel que estamos acostumbrados a ver y tener nosotros, a pesar de tener la misma edad. Por ejemplo, en un colegio de los que fuimos, resultó haber libros con ediciones hermosas que nunca habían sido tocados por la falta de tiempo y capacitación de los maestros allí, es decir, habían donado los libros pero no les explicaron cómo enseñarlos. 

 

 La primera idea fue el kamishibai. Esta es una herramienta particular usada para contar cuentos. Consiste en un conjunto de láminas que por un lado tienen un dibujo y por el otro el texto correspondiente. Estas se colocan en una estructura similar a la de un teatro de títeres. Cuenta con dos puertas que al abrirse dejan al descubierto una ranura sin fondo. Detrás de esta última se colocan las diferentes hojas, dejando el dibujo de cara al auditorio; el lector se coloca detrás de este “escenario” y, con ayuda de las letras ocultas por el dibujo, cuenta la historia. Las hojas se van cambiando a medida que avanza el relato, permitiendo que el oyente cuente con un apoyo visual para seguir el hilo de la misma. 

 

Kamishibai en casa - Viva Leer

Esta dinámica se originó en Japón  a finales del siglo XX. El término “Kamishibai” se traduce como “Teatro o Drama de papel”

Surgió, junto con la idea de llevar la lectura a la misión, gracias a la sugerencia de nuestra directora, Silvina Esposito, en una de las reuniones del grupo misionero previas a Añatuya. Así, conocimos lo que era el Kamishibai y junto con la ayuda de nuestra bibliotecaria Natalia, aprendimos a usarlo.

 

 En nuestro caso, contábamos con dos historias: Caperucita Roja y Amor Real, ambas historias con una de sus tantas versiones existentes, siendo las dos muy interesantes y entretenidas. Tuvimos la oportunidad de utilizarlo el segundo día para recorrer colegios.  Los chicos, al igual que nosotras, conocían Caperucita Roja pero no Amor Real, así que comenzamos con el segundo. Luego contamos y leímos el primero. Utilizamos ambos verbos porque por un lado leíamos las oraciones que se encontraban detrás de las imágenes (como antes explicamos) y por el otro, las contábamos con nuestro toque, haciendo preguntas, cambiando algunas palabras y expresando con el cuerpo. 

 

Buscábamos algún lugar y luego de preparar todo, al contar la historia, nos ayudaban ordenando las imágenes en un gesto de bondad y amabilidad

 

Como antes mencionamos, al tener esa falta de lectura, los chicos por momentos se distraían pero la mayor parte del tiempo prestaban atención y respondían preguntas a pesar de la vergüenza, o se reían ante un chiste. La segunda y tercera actividad pudimos hacerlas en dos colegios y recibimos alegría y felicidad de los chicos.

 Fue sorprendente llevar poesías de María Elena Walsh y Elsa Bornemann, que son consideradas grandes escritoras de la literatura infantil argentina, y que los chicos no supieran de las canciones o poesías. Pero eso, nos hizo entender que no todos tenemos el mismo aprendizaje y suerte, y que al estar en una situación distinta a nosotros no podían acceder a esto, ya sea por priorizar otras cosas, tiempo o las decisiones de las maestras en cuanto a los temas según lo que sabían. Eso hizo que los mostráramos con más ganas y energía, y aún más al ver las caras de nenes que querían aprender.

 

Nos sentábamos en ronda en algún lugar disponible y les leíamos las poesías o cantábamos las canciones

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