Lo que Disney no quizo contar

Desde la sección literaria les entregamos está primera edición de la antología literaria con textos de toda la comunidad educativa, esperamos que disfruten y recuerden que la literatura es más hermosa cuando es compartida.

 

Todos de niños queríamos un amor de cuentos de hadas. Ser príncipes o princesas encerrados en sus torres, o perseguidos por una malvada bruja que quería asesinarlos (cada quien con sus gustos). Encontrarnos en el camino con esa persona especial que nos hiciera sentir mariposas (aunque ninguno de nosotros comprendía esa expresión). Alguien fuerte y valiente, de reputación honorable y linaje noble, o un criminal huyendo de la justicia. Teníamos para elegir y jurábamos que éramos capaces de vender nuestra voz a aquella hechicera con tal de ir con ellos, a pesar de conocernos desde apenas unas horas. Eso es lo que nos mostraban, con lo que se ejemplificaba la palabra “Amor”. Sin embargo, fuimos creciendo y, en lo personal, mis expectativas fueron cambiando. Ahora busco algo que, en mi cabeza, suena más realista. Una historia como la de los libros que disfrutaba durante las noches, o las de las películas y series que miraba por las tardes.

 

Esos son mis estándares ahora, aunque no me los tome en serio.

 

 Y un día la encontré. Encontré a esa persona sin siquiera buscarla. Conocí a una chica que ni en siete vidas hubiera imaginado. Sus ojos eran celestes, como el zapato de cristal de Cenicienta, mientras que su rostro era adornado con unas hermosas pecas. Amaba verla reír cada día. Su sonrisa desprendía un brillo tan radiante que era capaz de cegar a la propia Medusa.

 

 Sentí por primera vez aquello que había leído. Comprendí por qué las descripciones de los besos entre los protagonistas eran tan distintas, pero a su vez iguales. Entendí cómo era posible que en una habitación solo existieran dos personas y el tiempo se frenara a su alrededor. Por fin sentí aquellas renombradas mariposas revoloteando dentro de mí.

 

  Hicimos lo que algunos consideran “Cliché”. Fuimos a los cines de nuestra ciudad, compartimos helados, vimos películas abrazados por horas y hasta llevábamos pulseras a juego. Ahora, por lo menos, puedo decir que los libros no mentían y siento a sus protagonistas más reales.

 

  Y si, si tuve aquel “Romance Literario” con el que había soñado. Sin embargo, algo que olvidé de aclarar en mi cabeza cuando imaginé que mi estereotipo de “amor perfecto” fue el final.  Aquel “Friends to lovers” que idealice por tanto tiempo se volvió monótono.

 

  Las risas se convirtieron en llantos. Mi sonrisa se apagó de la noche a la mañana. Un príncipe que jamás despertará de su sueño, rodeado de espinas y ruecas, y una chica que sentía que se había quitado un peso de encima. Las mariposas murieron por la angustia y las pulseras a juego terminaron en un cajón. Después de todo, terminó como una de aquellas novelas que tanto me gustaban. Solo que esta no tenía un final feliz. Cada uno por su lado, descosidos o quizás rotos. Nos transformamos, sin quererlo, en una de esas historias adolescentes que suelen hacer que el lector suelte una que otra lágrima. Tal vez tú eras Wendy y yo tu Peter Pan, aunque ya no me acompañes hasta Nunca Jamás. Ahora, un tiempo después aprendí a aceptar el pasado y hasta el Capitán Garfio se volvió mi amigo. Ya no pierdo mi tiempo observándote desde la segunda estrella a la derecha. ¿Y quién sabe? Quizás algún día alguien escriba nuestro cuento. Una novela cliché entre el montón. El Lado del amor que Disney no quiso contar.

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