La memoria y la música

En la nota de hoy nos preguntamos, ¿Realmente están relacionadas la memoria y la música? ¿Qué tan fuerte es esa dependencia?

Por: Joaquín González Francioni

  Cotidianamente nos cuestionamos: ¿Por qué nos cuesta tanto memorizar ciertas cosas? ¿Será que tenemos cierto almacenamiento en el cerebro, que, así como en el teléfono celular, al superarlo debemos borrar datos para introducir otros? O quizás depende del 100% de nuestro interés que aquel texto que leemos y leemos y de ninguna manera podemos hacer que esos datos se queden sentados por un rato en nuestra cabeza, sin que se vayan corriendo, es decir, quizás si ese párrafo hablase de algo que nos resulte más cautivador, con una sola leída podríamos dar una charla explicando el tema. En cierto punto esto funciona así, ya que la memoria es selectiva. Se nos hace más fácil memorizar algo significativo o atrayente para nosotros que algo que debamos leer o estudiar por obligación.

  Ahora, nosotros estamos hablando de leer, estudiar, hechos que son completamente voluntarios, donde uno busca que estos datos queden guardados en alguna parte de nuestra cabeza; pero, ¿qué sucede con aquellas cosas que, de una manera u otra, se nos graban en nuestra cabeza cuando nosotros no les dimos ni un mínimo de atención?, qué mejor ejemplo para esto que la música. No podemos escapar de esta. Música hay en todos lados, pero la cuestión está cuando la música viene de adentro hacia afuera.

  A todos nos pasó alguna vez tener que quedarnos a cuidar algún hermano o primo pequeño, y que éste se entretenga con música infantil mientras que nosotros, con nuestros quehaceres, ubicamos nuestra atención en otra cosa.     Sin embargo, después de una semana, todavía nos encontramos con esa cortina musical torturándonos desde la fibra más interna de nuestro cerebro. ¿Cómo puede ser esto posible? Si hace dos días nosotros teníamos que estudiar un texto de biología y tardamos dos horas, ¿cómo sucedió que, al haber escuchado esta canción pocas veces durante una tarde, se nos haya quedado completamente grabada? Hay una explicación para esto. El fenómeno es conocido científicamente como “imágenes musicales involuntarias''. Vamos caminando hacia el trabajo y cuando queremos darnos cuenta, estamos silbando hace quince minutos esa canción que habíamos escuchado en el Uber que tomamos el martes pasado. Esta particularidad recién mencionada también se conoce como “gusano auditivo”, así como si tuviésemos un pequeño amigo dentro de nosotros que va tarareando la canción permanentemente. Parece estar relacionado a dos cuestiones, las llamadas “extra-musicales”, es decir, relaciones que nuestro cerebro creó entre esta obra y un determinado recuerdo, de una persona, momento, lugar, etc. Y la otra cuestión, la “intra-musical”, de la que hablaré a continuación.

  Nuestro cerebro cumple con una labor importantísima a la hora de escuchar música, cumple una función de análisis completo, como si desarmara la partitura de la pieza que estamos escuchando en muchas partes. Para explicar esto pongamos un ejemplo. Supongamos que vamos a oír a un gran pianista en un auditorio, que va a interpretar una serie de obras de Beethoven (lógicamente, piezas que no tienen letra). Desde la primera tecla que este muchacho baje, una serie muy larga de sonidos ingresarán por nuestro oído, y serán captados por receptores auditivos que van a descomponer este conjunto de notas, los codificarán en forma de señales y los van a transmitir por vías especiales hasta el cerebro. Allí, se analizará por partes, pero todo al mismo tiempo: el ritmo, la métrica, el timbre y la melodía. Todas estas son las características que hacen que, si el oyente no supiera que está frente a un pianista interpretando Beethoven, igual se daría cuenta, por ejemplo, por el timbre que se diferencia claramente entre un piano y una guitarra, y por el ritmo y melodía, a través de los cuales diferenciaría rápidamente que estamos hablando de música clásica y no, por ejemplo, de rock nacional.

  Frente a todo lo mencionado anteriormente, la influencia facilitadora de la música sobre la memoria parece ser mayor que para otras formas de expresión. Quizás, se reconocen más casos de memoria excepcional para la música que para otros ámbitos, algunos de ellos muy llamativos. Por ejemplo, Mendelssonh, compositor de óperas, sinfonías y conciertos, ensayó por primera vez “La Pasión según Mateo” de Bach sin partitura, es decir, luego de escucharla unas veces, la pudo interpretar él mismo de manera completa. Claro que estamos hablando de un célebre compositor de obras excepcionales para la historia musical.

  Para cambiar el foco un momento, pasamos de estudiar al oyente a analizar por un momento al intérprete. ¿Cómo es posible que un ser humano haya logrado introducir todas las notas de una obra que dure, quizás, veinte minutos, y que sepa cuándo y cómo debe tocar cada una de ellas? Lo más probable es que este muchacho haya estudiado, leído y tocado esta obra miles de veces, y la conozca de comienzo a fin y viceversa, pero hay situaciones que hasta yo las llamaría privilegios, en donde en algunas personas, la manera de captar la “información musical”, es completamente diferente a la de otras. Es decir, lógicamente el circuito de los sonidos por nuestro cuerpo hasta llegar al cerebro será el mismo que mencioné anteriormente, pero una vez que las notas hayan llegado al cerebro, este las va a reconocer inmediatamente. Como si existiera una memoria secundaria que es capaz de recordar todo el tiempo cuál es el sonido de un si ‘bemol’ y nunca, bajo ningún término, podría confundirlo con un ‘si’ natural, como si estuviéramos hablando de dos personas distintas. Cada tono tendría cualidades propias, independientes de la relación con las escalas, que lo haría reconocible instantáneamente. A esta cualidad se la conoce como “oído absoluto”, y se vincula funcionalmente al precúneo o lóbulo cuadrilátero izquierdo. Esta capacidad puede ser tanto genética como adquirida, ya que ocurre con más frecuencia en personas expuestas y en constante relación con la música desde la infancia.

Es quizás la preservación del oído absoluto lo que permitió continuar componiendo a compositores que perdieron su audición, como Beethoven, Smetana o Fauré. No necesitaban oír un ‘do’, si sabían perfectamente cómo sonaban.

  A través de estos datos dejamos en evidencia la relación de completa dependencia que existe entre la memoria y la música.

 

 

Bibliografía: “El cerebro y la música”, Osvaldo Fustinoni.

Escribir comentario

Comentarios: 0