El artista como parte del arte

¿Existe el arte separado del artista? ¿Es ético apoyar las obras de un artista “cancelado”? Exponemos nuestra opinión sobre esta disputa actual.

Por: Giuliana Pazos, Lara Charles y Constanza Gennaro

  Vivimos en una sociedad donde todas las semanas una nueva celebridad es “cancelada” por cualquier tipo de comentario, actividad o actitud que sea inaceptable moralmente. Es un debate bastante popular si deberíamos o no invalidar a estas personas, pero esta cuestión se vuelve aún más discutible en el caso de los artistas. Todos dijimos o escuchamos decir alguna frase similar a “es una mala persona, pero su música me gusta”. Pero, ¿podemos realmente realizar esa disociación? Sostenemos que no.

  Por un lado, hay varios argumentos a favor de esta separación. El principal razonamiento, es que la moral y el talento de un individuo son partes aisladas de él, y tendrían que ser juzgados de esta forma. Esto quiere decir que, por ejemplo, al escuchar una canción no se está apoyando al cantante, sino solo a esa composición en específico, por lo cual quién canta pasaría a segundo plano.

  Este es el caso de Kanye West. El rapero estadounidense se ha visto envuelto en múltiples polémicas y es “anulado” alrededor de tres veces al año y aun así, es considerado uno de los artistas más influyentes de la década pasada y tiene un éxito comercial muy alto. No alcanzó con la interrupción del discurso de Taylor Swift en 2009 ni sus cuestionables actitudes contra su ex-esposa (Kim Kardashian). Probablemente, nada sea suficiente para que su música deje de ser consumida porque “revolucionó el rap y el hip-hop” y es “un genio musical”.

  También existen casos inversos: personas “buenas” con arte “malo” (desde la perspectiva ética). En estas situaciones, quienes apoyan a estos artistas, postulan que el arte es una forma de expresión. No solo de la vida personal o del pensamiento del individuo, sino también de lo que produce en su imaginación. Para ilustrar, que un pintor represente un asesinato, no implica que sea un asesino. Esta perspectiva es utilizada constantemente para justificar al arte más controversial. Cualquier frase o símbolo que no resulte políticamente correcto, pasa a ser parte de la ficción, cuyo propósito es simplemente ayudar a “contar una historia” completamente inventada y que no debería estar sujeta a estándares morales.

  Por otro lado, las consideraciones en contra de esta división son sumamente sólidas. Paradójicamente, “el arte es una forma de expresión”, es el principal alegato de esta postura. La diferencia radica en que, quienes tomamos esta posición, consideramos que la manifestación no es meramente una producción de la imaginación, sino que necesariamente hay una demostración de las ideas, pensamientos y sentimientos del artista.

  Esto no supone que no se pueda hacer arte a partir de enunciados o conceptos con los cuales el autor no concuerda, tal como las sátiras. Sin embargo, en estos casos hay una exteriorización del parecer del artista, solo que en contra de lo que plantea. Por siglos se han expresado críticas sociales y políticas a través del arte, ya que está íntimamente ligado a la cultura y el momento histórico. Asimismo, últimamente se utilizan bastante las producciones cinematográficas como películas o series para concientizar sobre determinados temas como el bullying y la discriminación.

  “El arte siempre tiene un mensaje, consciente o no” se suma a estas ideas. Este argumento termina de rebatir, a nuestro parecer, que el talento no está intrínsecamente unido a su creador. Actualmente, muchos psicólogos les piden a sus pacientes que dibujen o representen lo primero que se les ocurra, generalmente luego de realizarles alguna pregunta o asignándoles alguna palabra o concepto que funcione de estímulo. Lo que se busca con este ejercicio es identificar en el boceto aquellos símbolos que puedan tener algún significado para nuestro inconsciente. Los seres humanos somos capaces de fabular y crear situaciones ficticias, pero lo queramos o no, están relacionadas con la parte más profunda y desconocida de nuestras mentes, e imprimimos nuestras ideas en ellas, aunque sea de forma muy sutil. Por supuesto que esto no quiere decir que, retomando el ejemplo anterior, un pintor que ilustra un asesinato es efectivamente uno, sino que la forma en que lo haga puede contener su juicio sobre el tema o la violencia en general (este tipo de análisis más complejo se realiza mediante el estudio de símbolos, no figuras o situaciones concretas).

 

  A modo de conclusión, mantenemos que lo que un artista hace está unido con lo que piensa y siente (lo sepa o no), por lo que no podemos separarlo de sus creaciones. Más allá de eso, cada uno tiene la libertad de elegir qué consumir, pero si decide hacerlo está apoyando de forma inevitable no solo a la obra en sí, sino también a su autor.

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