Cultura de la cancelación

En la actualidad, hablar de la cancelación se ha convertido en algo habitual en las redes sociales. Aunque no muchos tienen verdadero conocimiento de qué se trata cuando nos referimos a la acción de “cancelar” a alguien.

Por: Constanza Gennaro, Giuliana Pazos y Lara Charles

  Como punto de inicio, y antes de expresar nuestra opinión respecto al tema, nos gustaría explicar para aquellos que no saben. ¿Qué es, concretamente, la famosa cultura de la cancelación? Existen diversas declaraciones de cómo comenzó.

  Una de las explicaciones más relevantes, es la que plantea que la misma nació en la red social Twitter. No obstante, en el 2017, tomó fuerza el término con el movimiento #MeToo, debido a las denuncias hacia Harvey Weinsten y Kevin Spacey. Fueron acusados principalmente por abuso sexual tanto hacia mujeres adultas, como también hacia menores de edad. Ellas formaban parte de la industria cinematográfica y del entretenimiento.

  La expresión “cancelar” hace referencia al acto de exponer y dar a conocer las acciones ofensivas de cierto miembro prominente de la sociedad, buscando eliminarlo de la vida de la audiencia. Aunque, hoy en día, su objetivo suele verse alterado, muchas veces, negativamente. Los integrantes suelen ser personajes públicos con mucho reconocimiento o figuras más pequeñas, pero que aún así siguen siendo conocidas. Se les deja de brindar apoyo económico, buscando que el resto haga lo mismo. Esto desata una reacción en cadena que puede llegar a términos más grandes, obteniendo más importancia. Comenzó como una estrategia para visibilizar situaciones que le ocurrían a las personas tanto en el espacio privado, como en el público, que no tenían una condena social, como tampoco en el ámbito judicial. De esta manera, el objeto principal era otorgarle una voz a las personas que no eran escuchadas y que, por diversos motivos, sentían miedo de expresar lo que les ocurría. Entre estas razones, podemos mencionar el hecho de que los perpetradores eran poderosos y/o influyentes en el medio donde se desarrollaban.

  Sin embargo, no siempre resulta ser utilizada con el fin que se le ha otorgado en un principio.

  Con esto, pasamos al siguiente planteamiento: ¿Qué casos realmente ameritan cancelación?

  Por un lado, nuestro primer ejemplo es el caso de la gente que ha cometido crímenes violentos hacia otro individuo, quien sería la protagonista de la situación. Consideramos que este tendría que ser el uso principal de la estrategia. Aunque, buscamos resaltar que no limitamos las cancelaciones única y exclusivamente a criminales. Puesto que existen personas con cierto grado de reconocimiento, sobre todo en las redes sociales, que no están acusados de cometer ningún tipo de delito. Aun así, llevan una determinada cantidad de tiempo con un patrón de comportamiento que afecta a otros individuos. Pueden ser tanto comentarios como acciones discriminatorias, xenófobas, racistas, entre otras; por los que no muestran remordimiento o nunca emitieron una disculpa. Por otro lado, expresaremos nuestro segundo punto, que hace referencia a lo siguiente: el hecho de efectuar la acción de “cancelar” a alguien, no quiere decir que podamos actuar de manera abusiva o hacer bullying. Una cosa es decidir dejar de brindar apoyo y exponer públicamente, y otra completamente diferente es desear la muerte, acosar o criticar la apariencia. A este tipo de extremos no se debería llegar, más que nada con aquellos que no han cometido un crimen realmente.

  También, nos parece importante señalar que existen ciertas situaciones en las que las causas de algún comentario o de alguna actitud radican en la ignorancia y en la desinformación. No buscamos justificar, pero debemos comprender que no todos tienen el mismo acceso a la información que nosotros. A algunas personas les resulta más difícil abrir su mente ante nuevos términos o conocimientos que no tienen. Por eso, si se muestran arrepentidos ante sus acciones e intentan crecer y mejorar, es justo que se les otorgue una segunda oportunidad para corregir sus errores. Al fin y al cabo, no todos nacimos sabiendo y de las fallas se aprende.

  Si hablamos de lo que es justo y de lo que no, es cierto que podemos sumergirnos en un mar bastante profundo. Antes mencionamos que el criterio de la cultura de la cancelación se centra en individuos conocidos en el medio. Lamentablemente, la fama suele otorgar impunidad, permitiendo que muchos, solo y por el simple hecho de ser famosos, logren salirse con la suya, continuando con sus vidas sin darle importancia.

  Adicionalmente, la idiosincrasia de una comunidad tiene mucha relevancia en estos casos. En distintas partes del mundo se tienen diferentes opiniones sobre un mismo tema, teniendo en cuenta lo que para unos es importante y para otros no. Un claro ejemplo es lo que ocurre con el club Boca Juniors. Cuatro de sus jugadores han sido acusados de violencia de género y aún así continúan jugando en los partidos. En un país como Argentina, en donde el fútbol es el centro de la pasión, este tipo de acusaciones rápidamente pasan a un segundo plano y nadie brinda su atención en intentar investigar más sobre el tema.

 

  A modo de conclusión, sostenemos que al momento en el que decidimos cancelar a alguien, debemos estar seguros y contar con pruebas concretas de las acciones por las que se lo está acusando. Debemos ser conscientes del gran poder de viralización y difusión que tenemos en nuestras manos al hacer uso de las redes sociales, las cuales permiten que lo que publicamos llegue a miles de usuarios en cuestión de segundos. De modo que este intento de “justicia social” no termine generando más víctimas y convirtiéndose en lo mismo que estamos condenando.

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