"Hágase en mí según tu palabra"

Los estudiantes de la sección parroquia, brindan homenaje al difunto Padre Juan Soto, sacerdote de nuestra comunidad.

“Hágase en mí según tu palabra”

Por Agustina Heredia y Agustín Fernández Pérez .

 

Para algunos, el Padre Juan era un amigo, un mentor, o un ejemplo. Era esa persona que cuando te veía triste o desanimado de alguna forma te hacía sacar una sonrisa. Tal vez te lo cruzaste en los pasillos del colegio, en el patio, o incluso en la parroquia y tuviste la oportunidad de estar con él.

 

El padre Juan Alberto Soto Martínez, de los Hijos de Santa María Inmaculada, nació el 17 de enero de 1966 en la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, donde se crió junto a su familia. Ingresó a la congregación de los Hijos de Santa María Inmaculada, realizando el 8 de septiembre de 1996, su profesión perpetua de votos de pobreza, castidad y obediencia, según las constituciones de dicha congregación.

El 18 de septiembre del año 1999, a las puertas del tercer milenio, recibió su ordenación sacerdotal.

El padre Juan llegó a la parroquia en marzo del 2018. Formó parte de nuestra comunidad integrándose de la mejor manera con todos nosotros. Fue asesor de Acción Católica Loreto por 3 años acompañando a los jóvenes en su formación, asistiendo a los campamentos y visitándolos en las reuniones.

Podemos decir francamente que cada persona que haya conocido a Juan se ha quedado con un recuerdo o anécdota que la hace sonreír por el solo hecho de recordarlo.

Su dedicación y empeño en la vida pastoral estaban acompañados de una profunda vida de oración, la cual él mismo reflejaba a través de las diversas celebraciones y ritos. Llegó al corazón de sus feligreses con gestos sencillos y, a su vez, llenos del Espíritu Santo, mostrándose a sí mismo como el “Curita en chancletas”, como muchos llegaron a identificarlo.

Fue para todos un verdadero pastor “con olor a oveja”, entregado por su rebaño y dispuesto siempre a escuchar y abrazar en su corazón la voluntad del Señor. “Sígueme”, esa llamada del Señor que el Padre Juan recibió repetidas veces en su vida. Llamada que marcó su vida y su ministerio.

Fue párroco en diversas comunidades en Italia, así como también en Chile, en la ciudad de Valparaíso.

En el año 2013, una grave enfermedad (una insuficiencia en el hígado) puso en riesgo su vida, llevándolo al borde de la muerte. Pero el amor y el poder de Dios son más grandes, y gracias a un trasplante del órgano en cuestión pudo sobrepasar la enfermedad.

El 14 de septiembre del 2021, tras una complicación de salud de la misma índole, que 8 años antes lo llevaría a requerir un trasplante, Juan volvió a escuchar la voz de Dios, quien lo llamaba a participar de su morada eterna para vivir eternamente con él allí. Un lugar donde, un día y para siempre, todos nos reuniremos para contemplar cara a cara al Señor de la historia y de la vida. “Servidor bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te encomendaré mucho más; entra a participar del gozo de tu Señor” (cf. Mt 25, 24).

El Hermano Manuel Chan Baas, miembro de la congregación de los Hijos de Santa María Inmaculada, quien actualmente desempeña su labor pastoral acompañando a los sacerdotes de nuestra comunidad de Loreto, nos comparte en esta oportunidad una pequeña reflexión sobre el Padre Juan, a quien le acompañó hasta sus últimos momentos de vida.

“Era un hermano muy humano. Sabía cuándo estabas en necesidad, y siempre daba lo mejor de él. Servicial, alegre, y siempre tenía algo para hacerte reír.

Una persona entregada a lo que le gustaba hacer: cocinar, bailar y cantar. Como sacerdote, entregado a su pueblo con sus límites y virtudes. Era una persona a quien no le contabas lo que era el sufrimiento porque él lo había vivido en carne propia. A pesar de ser joven la vida le dio muchos golpes, como él lo contaba, aunque supo,como siempre, reírse de la vida. Disfrutó la vida porque amaba lo que era y lo que fue: con mucha esperanza y mucho amor. ¡Ese fue el Padre Juan Soto, un amante de la vida!”.

A este amante de la vida es a quien queremos rendir homenaje. A quien fue nuestro Padre y pastor. Con esmero y cariño, acompañó a nuestra comunidad, no solo parroquial sino también educativamente, participando de los retiros y convivencias, acompañando a nuestros jóvenes y docentes. A él queremos pedirle que interceda por la vida de nuestra escuela, para que su sonrisa y su alegría sigan resonando en nuestras vidas, brindando consuelo y acercándonos a Jesús, a quien él amo y dedicó su vida, y en quien él vive para siempre.

“No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar” (Jn 14, 1-2). 

Dios se manifestó verdaderamente, se hizo accesible, amó tanto al mundo “que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

“En el supremo acto de amor de la Cruz, sumergiéndose en el abismo de la muerte, la venció, resucitó y nos abrió también a nosotros las puertas de la eternidad. Cristo nos sostiene a través de la noche de la muerte que él mismo cruzó. Él es el Buen Pastor, a cuya guía nos podemos confiar sin ningún miedo, porque Él conoce bien el camino, incluso a través de la oscuridad” (Benedicto XVI, Audiencia General del 2 de noviembre de 2011, Conmemoración de los fieles difuntos).

 

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El Padre Juan celebrando la misa en las torres de Coto, Sarandí.


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