ReComiendo: Humor al plato. ¡Pasá a disfrutar de una picada!

Los estudiantes de 6ºA estuvieron preparando la entrada literaria más graciosa de todas para darles la bienvenida al restaurante de Loreto ATR, ¡pasen, pasen!

¡Bienvenido al restaurante de Loreto ATR, con especialidad en los cambios de los adolescentes (y los de sus padres)! Puntualmente, nos especializamos en unos maravillosos escritos que te dejarán llorando de la risa. Empecemos por lo primero, una buena picadita que prepararon los estudiantes de 6ºA. ¡Los invitamos a tomar asiento y darse unos gustitos!

 

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¡Bienvenidos al restaurante de Loreto ATR!

“Cambios en tus padres, adolescente”

Lara Fontoira, Triana Moretti y Magalí Nieves.

 

No debe ser sorpresa para nadie que tus padres estén cambiando. ¡Pero que eso no te sorprenda! ya que esta mutación lleva ocurriendo desde hace una cantidad preocupante de tiempo; los signos escondidos en las sombras, de donde recién ahora se asoman, iluminando finalmente al temible resultado con el que te encuentras hoy en día. Tal vez en primera instancia, ya no te podían levantar a caballito, y simplemente lo obviaste, aún demasiado ignorante para prever lo que te esperaba… Demasiado inocente para entender que esa era la primera señal de que tus amados padres estaban siendo tomados por un virus que debilita los huesos y consume las mentes. Posiblemente tu segunda señal fue aquel día que les preguntaste algo y notaste cómo su conocimiento se desvanecía; perdieron todas las mil respuestas que siempre podían darte y te dejaron desamparado. Este proceso seguirá ocurriendo, desgraciadamente, convirtiéndolos en un ser más allá de lo reconocible: aquel ser amado que siempre sabía qué decir y te arropaba por las noches, ahora, totalmente perdido.

Si eres un adolescente, entonces es probable que tus padres ya hayan sido consumidos casi por completo por este temible virus. En esta etapa, te resultará fácil observar los síntomas, y sus consecuencias: verás que su juicio ha sido nublado, y comenzarán a usar lentes con la excusa de no ver la letra chica. Tomarán decisiones injustas en nombre del bienestar general, te negarán lo que desees, y te darán tareas que no podrás evitar comparar al trabajo de esclavo que ves en tus libros de historia y creías olvidado por el tiempo. Además, sus cabellos se tornarán grises, una clara señal de que han perdido parte del cerebro donde se encuentran las memorias. Les dirás algo y lo olvidarán, te repetirán la misma cosa una y otra vez pensando no haberla dicho, no serán capaces de comprender simples instrucciones tecnológicas o palabras de conocimiento común. Lamentarás la pérdida de aquel padre que todo lo sabe, y comenzarás a definir palabras de origen inglés, que ellos  ya habrían sabido a estas alturas de ser esos tus padres de antaño.

Sé que todo esto suena terrible, y no te sientas mal si eso te preocupa. Tan solo recuerda que el virus no es totalmente irreversible, y no ha tomado a tus padres por completo. Recuerda cada vez que veas los síntomas, que allí atrás sigue aquel padre que te leía cuentos por las noches y te acompañaba a la calesita. Tenle paciencia, y verás cómo el virus pierde fuerza, y tal como una fiebre, día a día bajará la temperatura siempre y cuando reposen y los acompañes tal como ellos te acompañaron cuando eras pequeño y te enfermabas.

Si todo falla, recuerda que a los 18 puedes irte a Paraguay.

 

 “Relato de un adolescente a… Él mismo”

Agustín Fernández Pérez.

 

Las tardes comienzan a florecer, y en el alma juvenil nace una esperanza. No puedo describir esa sensación, puedo contarles cómo se vive. Comenzar a apreciar las tardes, los días en familia. Comenzar a, en otras palabras, hacerse más viejo.

El cambio nunca escapa de los gritos de quienes en un momento decidieron traernos al mundo, ni más ni menos que para gritarnos. La rapidez con que nos atrapaban para no caernos en la calle se tornó un empujón para deshacerse de nosotros… pero no por mucho, porque hay que volver antes de las 21.00… ¿En qué quedamos?

Quienes nos mantenían lejos de la cocina por si nos quemábamos, hoy son los mismos que nos dejan los fósforos servidos. Pero no por mucho, no sea que prendamos el lado equivocado de la hornalla, porque así son los jóvenes de ahora.

¿Dónde quedó aquel último mate de papá ? Se ahogó en las aguas caudalosas de los mates lavados que este adolescente comienza a preparar, no porque le guste, sino para no quedar mal en aquellas reuniones sociales donde todos toman mate, pero nadie sabe exactamente por qué lo hace.

Quizás se olvidaron de aquellas tardes de limpieza donde los hermanos mayores ayudaban a limpiar la casa. Y… ¿ahora? Somos nuestros propios hermanos mayores. El contacto intrafamiliar nos generó un caso severo del Síndrome del “Lampazo”, extraña enfermedad que nos mantiene pegados a un secador de piso. Las obligaciones se vuelven más nuestras; la cocina queda de nuestra mano, así que, piensen bien antes de comer.

Porque mamá y papá son audaces en repartir tareas, pero lentos en felicitarlas.

Yo les digo esto, a ustedes que están empezando; estén atentos a estos cambios, porque como ya dijo una vez el famoso pensador Alzh Eimer, de cada 10 padres de adolescentes cinco… son la mitad.

 

 “Crítica (de un) adolescente: ¿Quién los entiende?”

Bárbara Gelbort y Kiara Peloso.

 

Como todo adolescente escucha, probablemente cuando tenías doce o trece tus papás te tiraron un “Estás en una etapa de cambio”, y así uno asume, ¿no? Uno asume que todos los adolescentes son una bolsa de revoluciones hormonales que cambia de la noche a la mañana y puff, somos punks rebeldes que quieren derrocar al gobierno. 

Pero ojo, ojo porque no somos nosotros los que cambiamos. 

Son ellos.

Todo empieza cuando uno es chico, y tenés a tus viejos a las diez de la mañana un finde rogándote que te fueras a acostar un cachito más, que los dejaras descansar. Y ahora, de la nada, tenés a tu vieja cantando como disco rayado un “Levántate malcriado” mientras golpea las sartenes un domingo a las siete. 

Justo cuando te acostumbraste a dormir un poco más, los tenés levantándote de las pompis más o menos. 

La comida es otro temón también. 

De chico tu vieja te pedía por favor, que te terminaras el plato de sopa o el danonino para crecer fuerte, pero ahora hasta tu abuela te mira con sorpresa cuando pedís más, como diciendo “Basta nene, pará un poco.” 

Como si fuera culpa mía ser un barril sin fondo. 

Y no vamos a mencionar que antes te pedían que te comieras la espinaca y el brócoli, pero si ahora te llegas a hacer vegetariano te quieren matar; te terminan linchando, olvidate. 

Y de la ropa ni hablemos. 

De chicos nos guardaban la ropita recién lavada, toda linda y dobladita, y tu vieja te rogaba que no le toques la pila esa y que el ropero quedara intacto, andá a saber para qué si la ropa la ibas a ensuciar en el cumple de tu amiguito igual. Hoy llega a entrar a tu cuarto y ve la pila de ropa amontonada en la silla de al lado del escritorio y el grito más chico rompe todas las copas que hay en la cocina. 

Y si se te cruza la idea de “cambiar tu estilo” porque todo te empieza a quedar chico... agarrate Catalina. De chica a tu mamá le gustaba hasta la bombacha que te ponías, pero ahora cada cosa que te querés comprar va acompañada de un “Eso no lo vas a usar”. 

Y sí vieja, si no me comprás la ropa que me gusta, ¿cómo cornos querés que me la ponga? 

Entonces te queda rendirte y decirle que bueno, que vaya y te elija la ropa que vos “vas a usar”. Y bueno... a tu vieja esta emoción es como que la pone tonta, como pasada de copas y se va de mano, y vos te das cuenta recién cuando te cae con una remera con un unicornio violeta que tiene brillitos hasta en las pompis. 

Y la higiene… La higiene es un problema. 

Cuando antes te tenían que arrastrar para que salgas de la bañera y dejaras de jugar con la espumita esa trucha que te vendían en el Walmart, ahora te ruegan de rodillas que te metas tres minutos en la ducha a sacarte ese olor a estiércol que parece que tenés impregnado como esencia propia.

Y así hay mil cosas más, ojo, eh. 

Antes te andaba atrás con las cosas del cole, las maquetas y eso. Por dios, no te vayas a olvidar la cartulina porque te subían al coche un domingo a las once de la noche a buscar un quiosco que la vendiera, y si no la conseguías, te colgaban del poste de la luz que estaba en la esquina de tu casa. 

Ahora intentás ponerte al día, pegás una de esas all-nighters y mejor ni hablemos del sermón que te comés por intentar ser responsable.

O ponele, en primero, cuando recién entrabas a la secu, y un día te tocaba salir tipo dos de la tarde, vos como todo adulto maduro que te creías, le decías a tu viejo: “Pá, mirá que ya estoy grande, me vuelvo solo” y te sacaba corriendo. A las dos lo tenías parado en la puerta del colegio, no vaya a ser cosa que te escaparas a cazar pokemones a la placita de la vuelta. 

Y cómo te rompía las poke-bolas. 

Ah, pero si ahora le tirás un “Che, pá, ¿me vas a buscar a las dos que salgo y ni ganas de volverme en colectivo?”, tu viejo te tira un “Ya estás bastante grandecito y te podés volver solo”. El “no me rompas” quedaba en el aire, sin sonido; no hacía falta decirlo explícitamente. 

Y te sigue rompiendo las poke-bolas, cuando ahora ellos te piden respeto por su privacidad, pero vos no vas a tener la tuya, tampoco pienses locuras.

Y ni se te ocurra querer dormir en lo de un amigo del género opuesto porque van a asumir lo que quieren–ustedes me entienden. Y no te dejan ni aunque le jures y perjures que tu amigo es gay, que tira para el otro lado y que no le movés ni un pelo. 

Es medio irónico, ¿no? Porque justo cuando empezaste a adaptarte a sus pedidos, chau, de repente nos dan vuelta el globo terráqueo y te quedaste en calzones en el medio de Rumania. Y uno ya no sabe qué hacer, ¿viste? Porque capaz que mañana seguís en calzones, sí, bueno, pero ahora en el medio de Alaska, qué sé yo, no sé. 

Son impredecibles estos viejos. Espero no terminar así. 

“Cambios en tu hija adolescente” 

Martina Alcalde, Julieta González, María del Rosario Loguarro, Oriana Morales y Camila Serrano.

 

Tenemos hijas mujeres, y les contamos que ser madre de una mina es complicado desde el momento cero. Nos enteramos de que estamos embarazadas. O nos ponemos felices o lloramos, nos alegra o aterra, y una vez que asumimos que la bendi está en camino, arranca el problema. 

Nuestra primera reacción al enterarnos de que es nena es: “Y sí, más fácil”. Pero dejame decirte, querida amiga y futura madre, que no es ni va a ser así jamás. Aunque el padre la trate como una princesa o un bebé, en el fondo sabés que es una arpía. ¿Y qué vas a hacer, bardearla por ser tu calco? No, mamita. Si la piba es igual a vos. 

Ahora sí, no sé a quién salió tan desagradecida. Vos estás nueve meses con dolores de espalda, náuseas y contracciones, para que en el día de la madre la pendeja te regale un collar de fideos crudos pintado de la manera más fea y desprolija posible, y encima va a pretender que lo uses. ¿Y vos qué vas a hacer? Te vas a tener que agachar, vas a mirarla con la mejor sonrisa que te salga y vas usar esa porquería por la calle como si fuese un collar de Swarovski. O peor, después de enfrentar un parto de tremenda madre, ella va a ir por el mundo diciendo que su favorito es papá.

Algunas dicen que la cosa se pone difícil a medida que van creciendo, y esa es la posta. Afrontar la adolescencia de tu hija es peor que pasar por la propia. Podés ser madre de una Drama Queen al estilo Antonella de Las Divinas, o podés estar criando a la mismísima Patito Feo.

Van a llegar los quince, y ojalá que no quiera fiesta, porque vas a tener que comer arroz con queso los próximos siete meses (si no es que más). Todos tus ahorros se van a ir, peso por peso, para que se ponga un vestido durante un par de horas. Y del que se va a arrepentir el resto de su vida. Y después de las fiestas suelen aparecer los chongos, y vas a rezar por que te traiga uno decente. Vos le enseñaste que el chico tiene que ser de buena familia, con mucha plata, que tenga auto, y en lo posible, que sea lindo. Y otra vez la pendeja metiendo la pata. Te trae al pibito más fulero que encuentra y el que la hace llorar cada dos por tres. ¿Y sabes qué es lo peor de todo? Que lo vas a empezar a querer. Sí, mami, lo vas a empezar a querer porque van a estar como culo y calzón hasta que alguno de los dos se aburra y le meta una patada en el ocote al otro. Y creo que dije que lo peor iba a ser que lo quieras. Me retracto, lo peor llega cuando rompen y lo extrañás. Pero dura poco, porque pronto va a caer a casa con otro, y otro, y así sucesivamente.

Sigamos. Ah, sí, sí. Las discusiones por la ropa son tema aparte; que no sabe qué ponerse, que todo le queda feo. Te pide que la ayudes, y de paso te echa en cara que tiene poca ropa, a pesar de que esta se le cae de los cajones y la mayor parte del tiempo está tirada en la cama. Y vos vas y le armás cincuenta conjuntos distintos, para que entre llantos grite que todos son horribles. Y acá aparecen las pavotas; llama a las amigas y se pone el primer conjunto que ellas le recomiendan porque sí, si ellas le dicen “tírate de un puente”, la idiota va a ir y lo va a hacer sin pensarlo dos veces.

Sigue creciendo, llegan los dieciocho, y se cree que estos vienen con coche y departamento incluidos. Siente que esto la habilita a ser una adulta, dice que se quiere tomar el palo, y vos no vas a saber si preocuparte o realmente tirarle uno por la cabeza. Se siente independiente, pero vos y yo sabemos que en cuanto la dejes sola en la cocina por cinco minutos, va a volver refregándose los ojos porque no pudo aguantar picar una cebolla, o porque no tiene ni la más pálida idea de con qué cornos limpiar el piso.

Y un día llega el momento que en ciertas situaciones deseaste, se va a vivir sola. Por fin sale de abajo de tu pollera, y ese mismo debería ser tu instante de gloria. Pero vas a sentir como tu nena dejó de ser una para convertirse en una hermosa joven, independiente, sólida, y con la fuerza necesaria para conseguir la luna si así lo decidiera, y vas a estar orgullosa. Sí, muy orgullosa. Y acá termino mi relato, bueno, más bien el relato de la nonna sobre mi vieja, porque la verdad es que yo pibes no tengo, ni tampoco pienso tener.

 

 Dejanos adivinar, ¡te quedaste con más ganas de estas picadas! Por hoy no tenemos más, pero estos mismos estudiantes han preparado algunas otras para llevar… ¡Entrá en este link para pegarles un vistazo! O más bien, una mordidita. 

https://padlet.com/fogolajulia/yoqhwf4dudywi7q5

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