ReComiendo Humor al plato, ¡ahora el plato principal!

ReComiendo: Humor al plato 

¡Ahora el plato principal!

Por Federico Ignacio Boggiero, Bárbara Aylén Gelbort y Kiara Ailén Peloso.

 

¡Otra vez nos leemos! Ya es hora de que dejemos la picadita y pasemos al plato principal, preparado con especial atención por los estudiantes de 6ºB, para padres, madres y adolescentes. Unas cuantas risas, tal vez lágrimas (también por risa, obvio) y unas críticas sociales después. Esperamos que lo disfruten, ¡provecho!

 

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¡Bienvenidos al restaurante de Loreto ATR!

“La nena”

Megán Gauján, Macarena López y Aldana Sanabria.

 

Todos ya saben que no lo es, pero bueno, se niegan a aceptarlo. Es muy simple darse cuenta. En todas las acciones y movimientos que hace, se puede ver. Ahora llega del colegio, porque claro, vuelve sola. No quiere ni necesita que la vayas a buscar. Un día, así de la nada, comenzó a hacerlo y se volvió costumbre: “Ma, mirá que hoy me vuelvo con las chicas, pero tranqui, no vengas que nos tomamos el bondi”. En ese instante, le respondiste con un simple: “Bueno, tengan cuidado”, pero… horas después entendiste lo que significa. Esa nena, que ibas a buscar al jardín y salía emocionada y contenta con sus dos trencitas corriendo a abrazarte y llenarte de besos, ¡ya no está más! Ahora es una chica más grande. Te avisa que se vuelve en colectivo sola. ¡SOLA! Lo crees una locura y que quizás está quemando etapas, se está apurando, pero no, no es así. 

Meses después de este hecho que recordás diariamente, la ves llegar y vas a ver, que te vas a encontrar preparando la cena, se te acerca a hablar, como lo hace habitualmente, la notás emocionada y un poco nerviosa. La vez con su celular en la mano, y de la nada te cae un balde de agua fría. Una C-I-T-A. Resulta que se habla con un chico un año más grande hace un tiempo y el muy atrevido la invitó a ir a merendar. En ese momento te quedás helada, no entendés cómo eso está pasando. Creías que era algo que llegaría en unos años quizás, pero no en ese momento.

Ya está, ¡acéptalo! Vecinas, amigas, tías, primas, persona que te cruzas, ¡te lo dicen! “¡Qué grande está la nena!”, “¡Ay, cómo pasó el tiempo!”, “¡Ya es una mujer hermosa!”, “El otro día la vi en la calle, ¡y no la reconocí!”. Es un hecho. Esa nena que tanto amás y vas a seguir amando, mi querida amiga, creció. Lo sé, cuesta mucho creerlo, pero aunque no lo quieras ver, tu hija ya es una adolescente.

 

“Campera”

Camila Larrodé. 

 

Siempre las madres se quejan sobre sus hijas adolescentes. Suelen llevarse como perros y gatos, pero lo más gracioso es que sus carácteres son iguales, ya que una lo hereda de su progenitora. A la larga, se pelean dos personas que son su yo más grandes o su yo más joven.

Bueno, siempre pensé que eso era cómico, pero lo peor es que seguro me pasará a mí con mis hijos.

Estoy a finales de mi adolescencia, así que dejaré esto por escrito para advertir a las adolescentes más jóvenes sobre cómo será su relación con su madre.

Cuando eres nena, siempre tu mamá te viste como a ella le gusta y como se sienta ese día. Si siente frío, te abriga como para ir al Polo Sur: treinta pullovers, quince remeras de manga larga, gorro y bufanda.

Si hace calor, igual te abriga por las dudas, aunque vos te sientas que de tanta ropa pareces un muñeco de nieve, y apenas puedas mover los brazos (que deberás llevar siempre estirados). Te estás rostizando como un pollo en un horno, pero da igual.

Y así es que, traumada y en shock, en la adolescencia querrás vestirte no muy adecuadamente o con poca ropa (un top con escote o una minifalda que apenas te tapa). Tal vez, te agarra la locura de taparte todo aunque te esté dando un golpe de calor y haga trescientos grados (parece que no sufriste bastante de chiquita con esa tortura de abrigarte).

Tratarás de salir vestida como te guste y, como muchas veces, lo hacés por el“¿Qué dirán?” y no porque te guste. Cuando trates de salir, tu mamá vendrá y dirá con tono de sargento:

“De acá no me salís vestida así”.

Por más que pelees y te revuelques en el piso, sabés que no te dejará y deberás salir vestida como un muñeco de nieve o como tu bisabuela (que igual tenía mejor gusto que tu mamá), mientras la ves a ella con una musculosa disfrutando del aire fresco.

Otra cosa, cuando dejes de peinarte será un escándalo (sí, todo será motivo de gritos y gruñidos, con tal de no darse cuenta de que debe dejar de tenerte en upa). No querrás que te haga esas trencitas que tenía Patito feo, o una cola de caballo tirante, como cuando te arrancaba los pelos, apenas podías cerrar los ojos, y la frente se convertía en una pista de aterrizaje. Ahora querrás lucir un pelo suelto, sedoso (aunque de mucho no sirve, porque al primer viento o con la hermosa humedad de Buenos Aires, se convierte en la melena enrulada de un león). Pero tal vez lo quieras mugriento, porque te dio fiaca bañarte, o tal vez tenerlo muy corto (si es así sonamos, prepárate porque hasta que no te salga una cana no va a dejar que te lo cortes, porque a pesar que diga que cuando consigas trabajo ahí podrás hacer lo que quieras, o cuando tengas dieciocho... siempre mandará mientras vivas debajo del cielo celeste).

Cuando estudiás, si lo hacés, obvio, pero si sos una marmota prepárate para que te deje sin salir un mes o sin celular, y vos pienses: “Si me secuestran y me dicen que llame a mis padres para que les den una recompensa, ¿qué voy a decir?”.

Retomando lo anterior, podemos estudiar cuarenta mil horas, pero un momento que te agarre sin hacerlo, ya te está sacando el cuero. Lo peor es que siempre que te vea vas a estar tomándote un descanso y va a empezar a decir:“A tu edad estudiaba, trabajaba, era astronauta, leía cuatro libros en tres idiomas a la vez, cazaba pollos con una lanza y los traía para cocinar”, aunque en su adolescencia fuera aún más loca que vos.

Cuando trates de salir de tu cueva dirá: “Siempre saliendo, jamás estás en casa”, y cuando estás una semana sin salir: “Sos una persona que no hace nada con su vida. No salís, te la pasas encerrada en esta pieza con ese aparato maldito”.

Nunca podés encontrar un punto medio, y si lo haces, tranquila, se hará la víctima. Otra cosa, siempre que pase algo en la casa será tu culpa. Dirá:“¡Qué carácter tenés!”, pero como dije al inicio, vos lo heredaste de ella.

Cuando te estés cambiando y aunque tengas la puerta cerrada va a entrar, sin golpear, va a gritarte que la dejes abierta, aunque te estés poniendo la tanga de Hello Kitty. Cuando quieras salir va a decir: “No te dejo si no vas con tus amigas”, porque sos una “irresponsable”. La mejor parte es que es una la que cuida de las amigas, y hasta les limpia el vómito de la boca (bueno, al menos hasta que te pegue el vodka a vos también).

Cuando te levantes con las gallinas para ir a la escuela, y aún no carbures ni tu nombre, te va a batallar con todo lo que tenés que hacer y cómo debes cuidarte. Y uno aún no sabe ni sé cómo se llama. 

Pero al final, cuando ya seas grande y seas alguien en la vida, mirarás a tu madre y aún te dirá: “Así no salís y ponete una campera, que hace frío”.

 

“Mis amienemigos”

Agustina Accardi, Florencia Díaz, Lucía Rosenfeld y Melina Ruggero.

 

La relación con nuestros padres cambia. En el instante que entrás al secundario te toca ser súper independiente. No sos más ese nene de primaria que jugaba Poli-ladrón. Tenés que aprender a cocinarte, a quedarte solo y a no olvidarte de darle de comer al perro.

Tenés más responsabilidades. No te podés olvidar de descongelar el pollo porque tu mamá te deja sin cenar. Si te olvidaste de la cartulina, jodete y ponete a pegar hojas, a lo mejor la profesora no se da cuenta.

Las cenas familiares eran charlas de política y “cosas de grandes”, pero ahora te ves forzado a formar parte de eso aunque no entiendas un carajo.

Pero no todo es malo. Tenés más libertad en algún punto, hasta que llegas más tarde de lo que le avisaste a tu mamá y no te dejan salir por tres meses consecutivos.

Somos adolescentes, nos tienen miedo. Nos hacen aritos cuando nacemos pero si te querés agregar otro o tatuarte, nuestros papás piensan que lo que sigue es delinquir.

Al ser grandes no entienden mucho de tecnología: vos les conectás el WI-FI y te tienen de técnico licenciado.

Cuando peleas con ellos, nada de lo que digas va a tener sentido porque ellos son más grandes y tienen más “experiencia”.

Te obligan a pulir hasta el último rincón de tu pieza como si tu vida dependiera de ello, pero vos ya te hiciste amigo del nido de arañas de abajo de tu cama. Además, cuando quieren chequear si respirás, el único golpe en la puerta que escuchas es su patada, abriéndola sin permiso.

En fin, la relación con nuestros padres cambia muchísimo, hasta puede tornarse un poco conflictiva. Sin embargo, al fin y al cabo, supongo que vamos a extrañar que nos obliguen a limpiar y que nos reten cada vez que nos mandamos una macana o esa preocupación casi psicótica de saber todo el tiempo dónde estamos.

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Y eso, señoras y señores, es el plato principal. Pero claro, el servicio de Loreto ATR no se queda acá. Si te gustaría consumir algo preparado por 6ºB, ¡no desesperes! Hay más risas y humor en el link de acá abajo… 

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