Una pequeña transmisión de mis últimas lecturas: Poemas y escritos sin grandes conexiones, y algunas reflexiones de Pedro Bonifacio Palacios

En este artículo, Agustín Hernández (6ºB) comparte algunos escritos.
Generalmente me preocupo por desarrollar acerca del por qué escribo los artículos que escribo, quizás por costumbre analítica. Pero, en fin, poco puedo decir respecto a este. Sumido en esta honestidad de confesionario vacío que tengo cuando escribo artículos que no debe leer nadie más que el corrector, confieso que no era mi objetivo hacer esto. Originalmente, debería ser un análisis de “La casa de Asterión” por un lado, y unas cuantas reflexiones en torno a “Un mundo feliz” de Huxley por el otro. Pero concluí que mi opinión es realmente muy poco valiosa.
Dicho esto, voy a compartir algunos poemas y escritos que para mí son muy importantes. Esto es para el lector (si existe tal persona) una recopilación que quizá logre recordarle alguna frase que anotarse, alguna reflexión, etc.
No respondo a ningún criterio específico de nacionalidad. Me agobian esas recopilaciones como “100 poemas latinoamericanos”. Le veo muy poco sentido a limitarse tanto. 
Voy a empezar con Almafuerte, porque me parece el mejor. Sobre él voy a compartir fragmentos totalmente dispersos de su obra que contienen reflexiones interesantes:
“Educar no es convencer, educar es vencer.”
“Si el pasado no estuviera de algún modo en el presente, no se podría hacer historia; y si el juez no estuviese de alguna manera en el acusado, no se podría hacer justicia. Hay un hilo que acollara todos los tiempos, y en cada hombre está el hombre.” Recogido de: Cuando nadie se aventura…
“No hay cosa más espantosa que sobrevivirse” Recogido de: Evangélicas negras.
“No lo sé, linda mujer. Ni quiero saberlo todo; me contento con mi modo de saber y no saber” Recogido de: ¿Flores a mí?
“Padres, hijos, hermanos, patria, progreso, lucha por una idea, por una palma… ¿Qué valen? ¿Qué me importan?... Si todo eso no vive dos segundos dentro de mi alma” Recogido de: Gimió cien veces.

Poema número uno:

Verdades amargas
 
Yo no quiero mirar lo que he mirado
a través del cristal de la experiencia,
el mundo es un mercado en que se compra
amor, voluntad y conciencia.

Amigos... es mentira... no hay amigos,
la verdadera amistad es ilusión,
ella cambia, se aleja y desaparece,
con los giros que da la situación.

Amigos complacientes sólo tienen
los que disfrutan de ventura y calma,
pero aquellos que abate el infortunio,
sólo llevan tristezas en el alma.

En éste laberinto de la vida,
donde tanto domina la maldad,
todo tiene su precio estipulado,
amores, parentesco, y amistad.

El que nada atesora, nada vale,
en toda reunión pasa por necio;
y por nobles que sus hechos sean,
lo que alcanza es la burla y el desprecio.

Lo que brille nomás tiene cabida,
aunque brille por oro lo que es cobre,
lo que no perdonamos en la vida
es el cruel delito de haber nacido pobre.

La estupidez, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su puesto señalado,
las llagas del defecto no se miran
si las cubre un diamante bien tallado.

La sociedad que adora su deshonra,
persigue con saña al criminal,
más, si el puñal es de oro,
enmudece el juez...y besa el puñal.

Nada hermano es perfecto, nada afable,
todo está con lo impuro entremezclado,
el mismo corazón con ser tan noble,
cuántas veces se encuentra enmascarado.

Que existe la virtud... yo no lo niego
pero siempre en conjunto defectuoso,
hay rasgos de virtud en el malvado
y hay rasgos de maldad en el virtuoso.

Cuando veo a mi paso tanta infamia
y que mancha mi planta tanto lodo,
ganas me dan de maldecir la vida,
ganas me dan de maldecirlo todo.

Porque ceñido a la verdad estoy,
me dieron a libar hiel y veneno,
hiel y veneno en recompensa doy.

Y si tengo la palabra tosca,
en estas líneas oscuras y sin nombres
doblando las rodillas en el polvo,
pido perdón a Dios, pero no al hombre.

Ramón Ortega

Poema número dos: 

A quien me leyere
 
Los libros caían sobre mi máscara (y donde había un rictus de viejo moribundo), y las palabras me azotaban y un remolino de gente gritaba contra los libros, así que los eché todos a la hoguera para que el fuego deshiciera las palabras...
Y salió un humo azul diciendo adiós a los libros ya mi mano que escribe: “Rumpete libros, ne rumpant anima vestra”: que ardan, pues, los libros en los jardines y en los albañales y que se quemen mis versos sin salir de mis labios: el único emperador es el emperador del helado, con su sonrisa tosca, que imita a la naturaleza y su olor a queso podrido y vinagre. Sus labios no hablan y ante esa mudez me asombro, caigo estático de rodillas, ante el cadáver de la poesía.

Leopoldo María Panero

Poema número tres:
 
Los dados eternos
 
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

César Vallejo

Poema número cuatro:
 
Canto espiritual
 
No creo en ti, Señor, pero tengo tanta necesidad de creer en ti, que a menudo hablo y te imploro como si existieras.
Tengo tanta necesidad de ti, Señor, y de que seas, que llego a creer en ti –y pienso creer en ti cuando no creo en nadie.
Pero después me despierto, o me parece que despierto, y me avergüenzo de mi flaqueza y te aborrezco. Y hablo contra ti que no eres nadie. Y hablo mal de ti como si fueras alguien.
¿Cuándo, Señor, estoy despierto y cuándo estoy dormido?
¿Cuándo estoy más despierto y cuándo más dormido? ¿No será todo un sueño y, despierto y dormido, sueño la vida? ¿Despertaré algún día de este doble sueño para vivir, lejos de aquí, la verdadera vida, donde sueño y vigilia sean una mentira?
No creo en ti, Señor, pero si eres, no puedo darte lo mejor de mí si no es así: sino diciéndote que no creo en ti. ¡Qué forma de amor tan extraña y tan dura! Qué mal me hace no poderte decir: creo.
No creo en ti, Señor, pero si eres, sácame de este engaño de una vez. ¡Hazme ver bien tu cara! No tengas en cuenta mi amor mezquino. Haz que sin fin, y sin palabras, todo mi ser pueda decirte: Eres.

Josep Palau i Fabre

Último poema: 

Este no forma parte de mis lecturas. Me lo compartieron hace ya un tiempo. Diría que tiene algo especial, en parte porque no es algo muy común (al menos para mí) que tengan esos gestos conmigo, pero ya no lo sé. Igualmente lo comparto, de suponer que mi lector no es un producto de mi imaginación, quizá le sirva.
 
El destello 

Aunque el cielo no tenga ni una estrella 
y en la tierra no quede casi nada,
si un destello fugaz queda de aquella
que fue maravillosa llamarada,

me bastará el fervor con que destella,
a pesar de su luz medio apagada,
para encontrar la suspirada huella
que conduce a la vida suspirada.

Guiado por la luz que inmortaliza,
desandaré mi noche y mi ceniza
por el camino que una vez perdí,

hasta volver a ser, en este mundo
devuelto al corazón en un segundo,
el fuego que soñé, la luz que fui.

Francisco Luis Bernárdez

Escribir comentario

Comentarios: 0