Recomendando escritores del siglo XX: Fernando Pessoa, Alberto Caeiro, o tal vez Álvaro de Campos, tantos nombres para un sólo genio

Los integrantes de la Sección Literaria nos hacen un pequeño acercamiento a la obra de Fernando Pessoa, centrándose en los escritos de Alberto Caeiro y Álvaro de Campos, dos de los principales heterónimos del escritor. ¡No te lo pierdas! 
Fernando Pessoa, nacido en Portugal en 1888 más que poesía escribió poetas. Las múltiples personalidades que adoptó en la forma de heterónimos, demostraron poseer diferentes visiones acerca del mundo, que sin embargo eran plasmadas en las hojas por la misma pluma. En esta ocasión hablaremos de los más relevantes.
El heterónimo quizá más conocido es el de Alberto Caeiro, bajo el que escribiría “El guardador de rebaños” uno de sus libros más famosos, pese a que haya sido publicado póstumamente como la mayor parte de su obra, pues, en vida, solo llegaría a ver la luz “El mensajero”. Bastará describir a Caeiro como un campesino solitario, pagano y aborrecedor de la metafísica.
"Creo en el mundo como en una margarita, porque lo veo. Más no pienso en él porque pensar es no comprender... No se hizo el mundo para pensar en él (pensar es estar enfermo de los ojos) sino para mirarlo y aprobarlo." El guardador de rebaños - II
Sin embargo, como ya mencionamos, no sería el único papel que encarnaría Pessoa…
Cada sueño tiene pasadizos oscuros. Álvaro De Campos, no del todo ignorante de ello, era el hambriento de vida.
“Al fin la mejor manera de viajar es sentir. Sentirlo todo de todas las maneras. Sentirlo todo excesivamente, porque todas las cosas son, en verdad, excesivas y la totalidad de lo real es exceso, violencia” Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1
Abrió tanto la boca para morderla, que luego no pudo cerrarla, y sufrió una muerte lenta y dolorosa por inanición. En "La tabaquería" (quizá su mejor poema) aquellas quimeras que siempre persiguió, le apuñalan el alma y la drenan completamente de sueños. 
"Mi corazón, es un balde vacío. Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco a mí mismo y nada encuentro."
A lo largo del poema uno llega a pensar que quizá Caeiro se encontraba en la mesa de al lado, pisoteando la misma consciencia de existir, e interviniendo, acaso, en el mismo poema de De Campos, con su crudeza característica: "Come chocolates, muchacha, ¡Come chocolates! Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los chocolates, mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería. ¡Come, sucia muchacha, come!"
¿Es la tabaquería realmente diferente al cuarto desde el que estás leyendo esto? No sería justo que contestemos esa pregunta, mejor descubrir la respuesta a través del gran Pessoa…