“Está cancelado”

En el día de hoy discutiremos acerca del fenómeno de la "cancelación" de artistas. Este se da cuando un artista comete una acción que se determina por aquellos que lo cancelan como inmoral. Consiste en el freno al consumo del arte de aquella persona, significando un boicot. En este artículo no discutiremos la ética de las acciones, sino qué es lo que pasa cuando estas son reveladas y si es indispensable y correcto (como muchos lo creen) "cancelar", aún cuando existe el concepto de separar al artista de su arte.

Se imparte la idea de cancelar como la verdadera justicia que está en manos de las masas, que busca hacer ético al consumo protegiendo a las víctimas, no permitiendo la impunidad de aquellos que les causaron daño. Al ser este fenómeno uno que se expande gracias a las redes sociales, las acusaciones que se comparten por aquellos medios reciben una falsa certeza de su veracidad que genera una condena definitiva.

Woody Allen, el famoso director de cine, jamás recibió justicia legal por su alegado abuso infantil a Dylan Farrow, la hija de su ex esposa; pero para muchas personas, quienes buscan impartir justicia por cuenta propia, la cancelación es una manera de no solo de dejar de apoyarlo financieramente (las películas de Allen no solo han recibido menos audiencia con el pasar de los años, sino que en la actualidad, con la fuerza del movimiento de #MeToo, su última filmación podría no ver la luz en ninguna sala de cine), sino aislarlo, haciéndolo ser percibido como un monstruo, sin que nada realmente indique la veracidad de las acusaciones. Actores con los que ha trabajado con el paso de los años, forman parte de una industria que le da la espalda y no le da lugar a su arte, que es sin duda lo que a un artista más le gusta expresar.

Otro caso que ha ganado popularidad en el último tiempo gracias al documental de “Leaving Neverland”, es el de Michael Jackson, quien es acusado de un prolongado abuso de menores que se dio durante toda su carrera hasta su muerte. El artista boicoteado, a diferencia de Allen, ha fallecido (sin haber pasado por la cancel culture) en 2009 y no hay una pérdida financiera para este. Entonces, si no hay forma de perjudicar, ¿por qué insistir con cancelarlo? ¿Es por respeto a las víctimas, o es para sentir una superioridad moral cuando bloqueamos su música de nuestra cuenta de Spotify?

¿Debemos tratar así al legado de este tipo de artistas? ¿Porque Jimmy Page haya estado con menores podemos dejar de sentir piel de gallina con el solo de “Stairway to Heaven”? Podemos cuestionarnos si es más importante hacer ético a nuestro consumo, o si lo es el impacto que grandes artistas han generado con su arte a millones de personas. Así surge la idea de separar a estas dos cosas.

Mientras que podemos apreciar ciertas obras, no debemos concordar con acciones y dichos de sus autores. Si bien esta idea es sensata, hay muchas personas que dicen que es atrasada para el siglo XXI. Aquello es triste porque para algunos es cierto que las mejores expresiones vienen de las personas que más necesitan sacarlas afuera, quienes coincidentemente son aquellas políticamente incorrectas. Esto abre el debate sobre si es malo consumir arte que es inmoral, no que solo viene de personas inmorales, pero ése es para otra ocasión.

La cancel culture nos lleva a preguntarnos cuál es el límite del fenómeno, porque si hay algo en lo que todos los lectores deberían coincidir, es en que si los artistas mencionados mantuvieron las relaciones de las cuales están acusados, deberían haber recibido justicia legal por ellos, pero ¿qué es lo que sucede con aquellos artistas que son cancelados por expresar sus opiniones, sin realizar acciones que son penadas por la ley? Tal es el caso del cantante de “The Smiths”, Morrissey, quien declaró en favor de Kevin Spacey y Harvey Weinstein tras ser acusados de acoso y sufrir el abandono de su industria. No podemos negar que quien quiera cancelar a estas personas está en su plena libertad de hacerlo pero, ¿existe el derecho a atacar al otro por no hacerlo cuando uno puede concordar o no con la opinión?, ¿qué define al consumo de algo como inmoral?, ¿a partir de qué momento se convierte en inmoral, si tenemos en consideración que muchísimos artistas pueden tener opiniones controversiales que no mencionan? Además, impartir la misma pena a todos los artistas, ¿no pone en el mismo lugar a los abusos sexuales que a los comentarios desafortunados, como si fueran igual de graves? A raíz de estas preguntas, podemos deducir que la idea de la cancelación en estos casos surge a partir de la completa idealización que existe de ellos en primer lugar. No existiría la necesidad de cancelar a un artista si no se le atribuyesen características irreales antes. Estas generan expectativas incumplibles para la mayoría. Eso sí, a veces las expectativas son sólo que estas sean personas decentes. Pero otros buscan que aquel artista que nos gusta piense igual que nosotros.

Al cancelar a artistas podemos olvidarnos de que estos son personas, de que no son un producto por el cual podemos optar no escuchar, mirar o leer. Si realmente merecen el escarmiento por sus acciones, es importante enfocarse en cómo pueden pagarlas. No únicamente por cómo pueden sufrir un aislamiento de aquellos que no quieran recibir mala prensa y vivir en él sin un juicio previo, sin contar con oportunidades para redimirse ya que estas son negadas una y otra vez por aquellos apegados a la cancel culture. Gente que pone por encima que las personas que hacen del arte su vocación sean morales a que sean únicos en inspirar al mundo.

 

Por Bianca Rositto.

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Comentarios: 2
  • #1

    Ludmila Lorenzo (lunes, 05 agosto 2019 13:52)

    I'm calling the pol hee-heeice

  • #2

    Ludmila Lorenzo (lunes, 05 agosto 2019 13:52)

    You are doing amazing swettie!!!