Entrevistamos a Luciano Barbalace, que nos cuenta sobre su paso por el colegio, qué se siente ser egresado y profesor de la misma institución y un nos da un muy buen consejo para los futuros egresados.
¿En qué año ingresaste al instituto y en qué año te egresaste?
Ingresé en 2006 y me egresé en 2011.
¿Qué opinas sobre las exigencias del colegio?
Que son justas. Al menos a mí me parecieron que estaban bien, era bastante equilibrado entre lo que nos exigían y lo que nos enseñaban.
Me di cuenta que la manera en la que me exigieron en los últimos tres años me sirvió mucho para ingresar a la facultad y hacer el ciclo básico, y tener ciertas facilidades que no reconocían muchos de mis compañeros. Obviamente en algunas materias más que otras. Física fue una materia que no tuve el último año y fue un lugar flojo en el CBC, pero en matemática, biología y química había temas que ya había visto y trabajado. Eran como un repaso.
¿Con qué profesor tenías más empatía y por qué?
Con María Rosa Blanco, por un tema de amor a la misma asignatura. También me llevé cosas de muchos profesores, por ejemplo, a Daniel Poli lo tuve un año solo y sin embargo disfrutaba mucho de sus clases, lo mismo pasó con Graciela Pietryszyn, que la tuve dos años. Lo raro, es lo que me paso con Patricia Piñeiro, un año solo y fue el año que más disfruté la historia, siendo una materia que mucho no me gustaba y que ella hizo que yo la pudiese disfrutar. Había una profesora que se llamaba Laura Flamini, que no es la que está ahora, que daba química y había cierta empatía por la materia que daba.
¿Qué herramientas y consejos te dio el instituto o algún profesor que podés aplicar hoy en día?
Lo veo a la hora de educar, tengo que hacer todo un trabajo de volver para atrás y decir “Bueno pará, cuando era alumno era una cosa, ahora que soy profesor es otra”. Hace poco María Rosa me decía que hay tratar que los alumnos obtengan herramientas además de los temas que ven, servirle de estrategias a los demás, y eso me sirve para pensarlo en mi práctica docente y en mi practica científica. Desarrollar estrategias más allá de los temas que se estén viendo, trascendiéndolo. Uno está viendo física, química o biología, que son disciplinas científicas más duras que una ciencia social, por ejemplo, y hay estrategias que uno puede utilizar tanto en ellas como también algunas extrapolarlas a una ciencia social.
¿Qué sentís al trabajar en el colegio que estudiaste?
Es todo un desafío que disfruto mucho. El Loreto es, en cierto modo, mi casa porque me empecé a formar desde la secundaria, y al poco tiempo después volví como profesor suplente y ahora con cargos titulares. Es un desafío de salir de mi lugar de alumno, que ya pasó, y muchos de los que fueron mis profesores hoy son mis colegas; entonces toda una salida de ese espacio de decir “Bueno, ya está, alumno ya fui” y ahora me encuentro en la misma situación de los que fueron mis profesores hace un tiempo.
También es disfrutar mucho, porque en algún tiempo cuando yo decidí dejar el colegio y decidí dejar medicina, que es la primera carrera que arranqué, y luego decidí seguir biología, dije que en el primer lugar donde voy a dejar mi currículo cuando pueda va a ser el Loreto. Porque siempre lo sentí así, que iba a ser un lugar que iba a volver, en algún momento.
¿Cómo la pasaste en el secundario? ¿Seguís manteniendo las amistades?
En el secundario bien, sobre todo en los últimos tres años donde uno decide su orientación, por distintas razones.
De mis amistades, con mi mejor amigo nos seguimos viendo. Con otros amigos que tal vez eran más cercanos en la secundaria no, por distintas razones, porque la vida a veces te lleva por distintos caminos, y no es que hay mala relación, sino que se fue desgastando. De hecho, con algunos cada tanto hablamos, pero es más para recordar o preguntarle cómo andan. Pero la relación con mi mejor amigo que encima trabaja en el colegio sigue estando.
Por último: ¿Qué mensaje le das a los futuros egresados y a los que van a ingresar al secundario?
A los futuros egresados, dos cosas. Una que tiene que ver más con lo académico, que es que no se dejen llevar por el “qué dirán”. En “que dirán” me refiero a que yo quiero ser artista, y me dicen “No, pero vos das para más”, pero si yo estoy seguro que quiero ser artista, me meto en una facultad de arte. Siento que muchas veces los mayores, no apropósito, si no como “Qué lastima que no fueses a seguir…”, “Que vos sos capaz de…” y se olvidan de lo que uno realmente quiere y disfruta. Muchas veces, conozco y ha pasado, que las personas terminan, y menos mal, rompiendo un poco con ese esquema y diciendo “Bueno, lo que yo creía que era un hobbie, al final era a lo que me quería dedicar toda mi vida”. Que hagan esa búsqueda, que, si bien el colegio y las orientaciones te preparan más para unas cosas que otras, la vida de un egresado no se define por la orientación. Que la orientación ayuda, ayuda. De hecho, a mí me sirvió seguir biología, pero soy un caso de un montón.
Para quienes ingresen, que disfruten que el colegio, además de la parte académica tiene un aparato de búsqueda de la solidaridad, y que se animen a unirse al grupo misionero, a todo lo que tiene que ver con la actividad social que tiene el colegio que no todos los colegios lo tienen. Es un espacio para aprovechar, que yo no pude porque todavía no estaba concretamente formado el grupo misionero, y me hubiese encantado. De hecho, creo que en algún momento podré asistir, creo que eso depende un poco de mis tiempos y de mis ganas, y de que el colegio lo necesite, pero me gustaría mucho poder ir a algunas de las misiones. Tengo comentarios de que es muy movilizador, y que tanto alumnos como profesores lo disfrutan mucho.
Más allá de la exigencia del colegio, que es alta y lo veo bien, que aprovechen esos espacios. Tal vez hay colegios con niveles de exigencias similares, pero que esos espacios no los tienen.
Escribir comentario