Día del profesor, día del héroe

Festejamos el Día del profesor y les compartimos el discurso que escribió una de las alumnas del instituto.

Todos los 17 de septiembre se conmemora un día muy importante para nosotros, el Día del Profesor. En el Instituto Nuestra Señora de Loreto esta fecha se toma de manera muy personal, celebrando a todos los profesores que nos acompañan, enseñan y apoyan durante nuestro paso por la institución. Celebramos a aquellos que dedican su trabajo a nosotros y a nuestra educación, por eso, durante el acto que se realizó por esta fecha, la alumna Lucía Díaz, de 6°A, dedicó unas hermosas palabras a todos nuestros héroes.

A continuación, los invitamos a leer el discurso dado:

Día del Profesor

Es 17 de septiembre de 1894 y Argentina llora en silencio porque a poco más de 150 km de su frontera, en Asunción, uno de los intelectuales más importantes de la lúcida Generación del ’80 presencia el otoño de su vida. 

Hoy, 124 años más tarde, inmortalizamos en nuestra memoria al elogiable José Manuel Estrada celebrando el Día del Profesor y le cedemos el centro del relato a todos aquellos que, como él, se han consagrado a la educación y a la formación de las futuras generaciones.

En la vida del ser humano, la presencia del educador es fundamental. Los docentes, guías, formadores de ideas y –por qué no- transformadores de vidas toman un lugar muy importante en la construcción de nuestra historia personal y, en consecuencia, del progreso de la sociedad. Como alumna, una vasta mayoría de mis recuerdos recaen en el colegio, en los compañeros y en los docentes. Seguro muchos de ustedes guardan la memoria atesorada de un profesor o dos que con sus calidades humanas, dignas de imitación, hayan inspirado en ustedes una profunda admiración y devoción a su deber como ciudadanos de una nación democrática forjada con los más nobles valores.

José Estrada nació en 1842 en Buenos Aires. Fue un alumno modelo cuyos sentimientos afectivos por sus docentes se tradujeron con recóndita ternura en las páginas de su libro “Lecciones sobre la Historia de la República Argentina”, donde no solo rememoró con gratitud a su maestro primario, sino también a su profesor de filosofía y humanidades. Orador y escritor argentino, se dejó cautivar por la docencia con tan solo 24 años derramándose en sus clases, a la vez que se destacaba como periodista y político. Su prestigio lo llevó a que el propio Sarmiento lo nombrara Secretario de Relaciones Exteriores y le encargara la cátedra de Instrucción Cívica en aquel glorioso Colegio Nacional de Buenos Aires donde Estrada dictaba filosofía. 

Como todo profesor, Estrada también estaba convencido de que la escuela no sólo tiene como objetivo la educación informativa, sino que se debe apuntar a una educación integral del ser humano. Amó la Patria y por eso amó la docencia, se entregó a ella como divino sacramento y lo confirmó diciendo:

“Ha sido para mí la enseñanza un altísimo ministerio social, a cuyo desempeño he sacrificado el brillo de la vida y las solicitudes de la fortuna: el tiempo, el reposo, la salud, y en momentos amargos, mi paz y la alegría de mi familia”

Seguramente muchos de ustedes profesores, se vean reflejados en Estrada. Quizás la docencia sea uno de los trabajos más difíciles- lleno de noches corrigiendo, de montañas de papeles, de alumnos distintos que requieren métodos distintos, de ese trabajo práctico que no tiene nombre ni curso ni fecha, y a veces lleno de disfonía. Pero quizás sea también uno de los más lindos (ustedes que tienen vocación lo sabrán mejor que yo) porque está lleno de amor. Lo verdaderamente hermoso es el trabajo lleno de amor, la fatiga que da sus frutos. Son cada uno de ustedes los encargados día a día de estimular la voz de los estudiantes para animarlos a hacer nuevas propuestas, a elegir el diálogo en lugar de la violencia, a formarse en una profesión, a formular un pensamiento crítico, a descubrir sus habilidades para alcanzar sus metas.

Quiero que hoy recapaciten, que se pongan en el lugar de discípulos y recuerden el rol fundamental de sus docentes en su historia de vida, que comprendan mejor la inmensa responsabilidad que cargan sin quitarse mérito. Tienen la capacidad de tomar todas estas mentes pequeñas y frágiles de hoy y ayudarlas a crecer y a fortalecerse para el mañana. Son ustedes sin duda, los que enseñan con pasión, la columna vertebral de nuestra sociedad. Su profesión se relaciona con potenciar la formación de mejores personas, motivadas para construir un país con más oportunidades, proporcionan no sólo conocimiento sino valores humanos. Llevan a los alumnos a descubrir, como sucede en Edipo, que “la única palabra clave es el hombre”.

Hoy, les quiero agradecer en nombre de todos los alumnos. Aunque las palabras no alcancen y empalidezcan ante su inmenso sacrificio y su incansable servicio quiero decir gracias. Gracias a esa profesora exigente y gracias a la que se le va la hora contestando una pregunta que no tenía nada que ver con la materia. Gracias al que entrega las notas temprano y al que las entrega tarde. Gracias a la que nos cuenta sobre qué series mira y a la que nos cuenta sobre su familia. Gracias a los que nos saludan en el pasillo y a los que todavía después de tres años no se aprendieron nuestro nombre. Gracias a los que están y a los que ya se fueron.

Gracias a todos por su bondad. Por su compasión. Por su entusiasmo. Por alentarnos. Gracias por el amor que le ponen a su trabajo.

Al principio mencioné que todos tenemos, aunque sea un profesor que se queda en nuestra memoria. Ustedes podrían ser ese profesor, imagínense cuántas personas pueden influenciar. Hoy, en algún lugar, uno, dos, tres, cien o más personas recordarán las inquietudes e iniciativas que dejaron para su vida. Y con esto quiero decirles que hay miles de factores en la formación de una persona, pero estoy convencida de que, aunque sea una parte, somos lo que somos por nuestros profesores. 

Díaz, Lucía 6°A.

Escritora del discurso
Escritora del discurso

Logramos hablar un poco con Lucía sobre su discurso y sobre este día tan importante para nuestros profesores.

Los invitamos a leer la breve entrevista que realizamos:

¿Te hubiera gustado agregar algo más al discurso? (En caso de que responda "sí": ¿Qué hubieras agregado?)

Sí, me hubiera gustado agregar una frase de Nikos Kazantzákis: “Los docentes ideales son aquellos que se usan como puentes sobre los que invitan a sus estudiantes a cruzar; entonces, habiéndoles facilitado el paso, alegres colapsan, alentándolos a crear sus propios puentes” haciendo referencia a cómo los profesores enseñan no para imponer su pensamiento, sino para que construyamos el propio.

¿Qué valores encontrás importantes en un profesor?

Creo que un profesor debe ser respetuoso y alentar el respeto mutuo. Por supuesto hay muchos otros valores, pero estoy convencida de que con tolerancia y respeto se podrían resolver tantos conflictos.

Si fueras profesora, ¿te sentirías identificada con Estrada?

No sabría decirlo bien porque no soy profesora (aunque espero que sí porque si no todo el discurso perdería sentido). Sin embargo, sí comparto la idea de la escuela juega un papel muy importante en la transmisión de valores. Además, pasamos tanto tiempo con nuestros profesores que pienso que alguien que ves tan a menudo realmente quiere que seas buena persona. Por eso me encanta cuando a veces los docentes dejan de lado el programa para hablar sobre cosas más cotidianas, que nos podrían pasar a nosotros, a veces cuentan experiencias, es lindo aprender de ello.

¿Encontrás inspirador a algún profesor del Instituto Nuestra Señora de Loreto? Si estuvieras en el lugar de dicho profesor a la hora de escuchar el discurso que elaboró su alumna, ¿qué sentirías y cuál sería tu opinión sobre el mismo?

Sí, el Instituto tiene muchísimos profesores que saben un montón y que se nota que disfrutan su trabajo. Esa es la mejor parte, cuando les gusta tanto su trabajo que te contagian su entusiasmo.

Es difícil de responder algo sobre mi propio discurso sin sonar arrogante. Aun así, supongo que me gustaría que un alumno escribiera un discurso sobre mi profesión. Incluso si es malo, (en este caso pensaría que tiene que bajar un poco con las analogías literarias y las metáforas eclesiásticas) supongo que el mensaje que intenta dar es lo que cuenta.

Luego de haber realizado este discurso y que lo escuchara todo el colegio, ¿te animarías a trabajar de profesora?

Menos mal que no hice un discurso sobre escalada en hielo.

La verdad es que no lo sé. No soy muy buena con los chicos. Aunque me gusta la idea de mandonear a todos y encima hacer que aprendan lo que a mí me gusta, no creo que tenga las capacidades suficientes. Sobre todo, en esto de decirle a mis alumnos que sean responsables cuando probablemente hasta yo me olvide de que había prueba. Soy demasiado colgada para manejar tantas fechas y cursos distintos.

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