Nota Misionera, Camila Pacheco

Esta vez, entrevistamos a Camila Pacheco, de 6to año “C”, que nos contó algunas cosas interesantes sobre sus dos viajes como misionera a Añatuya.

 

Cuando Camila nos contó sus brillantes experiencias, nos tomamos una selfie juntos luego de terminada la entrevista.
Cuando Camila nos contó sus brillantes experiencias, nos tomamos una selfie juntos luego de terminada la entrevista.

¿Formás parte del grupo misionero? ¿Qué actividades realizas ahí?

 

Sí, voy al grupo misionero todos los jueves, allí organizamos el viaje a Añatuya, tratamos de ayudar a centros de discapacitados y también estamos planeando hacer más cosas para el siguiente viaje.

 

¿Qué te motivó para ir al grupo misionero?

 

Yo empecé a ir el año pasado, fui con Guadalupe y Sabrina, dos amigas que me insistieron en ir. El año pasado me eligieron para viajar, ese fue mi primer viaje a Añatuya y me cambio completamente.

 

Esta es la segunda vez que viajas, ¿sentís que hay alguna diferencia entre tu primer viaje y el segundo?

 

Sí, el viaje es totalmente distinto, el primer viaje se centra más en aprender a ser misionero y lo que conlleva serlo. Por ejemplo, aprender a estar con los nenes, a cómo tratar a las personas allá y demás.  El segundo viaje más que nada es ayudar a los nuevos misioneros a que entiendan lo que yo entendí en el primer viaje.

 

¿Si tuvieras la oportunidad realizarías el viaje de nuevo?

 

Sí, volvería mil veces más, aunque también siento que tengo que dejar mi lugar a los chicos de cuarto y quinto año.

 

¿Hiciste alguna amistad nueva en estos viajes?

 

El viaje a Añatuya lo que tiene es que te une un montón con todas las personas con las que compartís el viaje; te haces amiga de todos los que viajan de cuarto, de quinto y de sexto, los ves de otra manera, fuera del contexto escolar.

 

¿Tenés alguna anécdota de los viajes?

 

Tengo varias anécdotas, pero a mí lo que más me llamo la atención de este último viaje es que los nenes se acuerdan un montón de vos. Yo pensé que iba a llegar allá y nadie se iba a acordar de mí ¡Pero apenas baje del micro uno de los nenes me abrazo y me dijo “Cami!”, y otro me dijo “la que no sabe andar en bicicleta” (risas) porque no sé andar en ella y el año pasado me quisieron enseñar, pero no pudieron.

 

¿Qué te dejaron estos dos viajes?

 

Lo que me dejaron como mensaje estos dos años que viajé fue que misionar es llevar al otro el amor que tenés, y el amor que te transmiten allá no es el mismo que en Buenos Aires. Acá muchos tenemos la suerte de que nuestros papás nos acompañen en todas las cosas que queremos hacer, en Santiago muchos nenes no tienen esa oportunidad porque se tienen que criar solos o las familias no los contienen. Llevarles el amor que tenés, poder ayudarlos y que te lo agradezcan es una de las cosas más lindas que te deja este viaje.

 

¿Te quedo algo de la gente de ahí en especial?

 

Sí, todas las personas, como saben que somos misioneros, te reciben con las puertas abiertas sin importar de que religión seas (allá hay muchos apostólicos y evangélicos). La verdad es que muchas veces me tocó que, haciendo la visita de casas, me abra un evangelista y me deje pasar, que comparta un rato conmigo, que no tenga problema y esté agradecido. Tuve la experiencia de que una señora nos dijo a todos los que estábamos que, si en Buenos Aires fueran todos como nosotros, estaría todo mejor en el país.

 

¿Tuviste alguna mala experiencia en Añatuya?

 

La verdad que mala experiencia no tuve, capaz a muchos compañeros les costaba el tema de bañarse y de dormir, y yo creo que eso era recompensado con los abrazos y con el amor que recibís allá.

 

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