Entre historias descabelladas y vivencias pasadas

Los alumnos de 6°A del Instituto Nuestra Señora de Loreto, en el área de Literatura con la profesora y directora Silvina Espósito llevaron a cabo una actividad que involucraba sus vivencias personales. Debían, en grupos, elegir una anécdota que hayan experimentado, y crear un cuento con ella. Frente a esto se lograron obras de carácter realista, fantástico y demás. Los invitamos entonces a deleitarse con algunas de estas historias: 

Creadores de “El parque de diversiones”
Creadores de “El parque de diversiones”

El Parque de Diversiones

Todo lo que siempre soñé, estaba en ese lugar. Había imágenes de este simpático ratón con orejas grandes por todas partes, junto con miles de rostros bonitos que me eran muy familiares, algunos de peluche, otros impresos en tazas, llaveros y todo lo que se me pudiera ocurrir. Recorrí todos los pasillos del lugar junto con mis padres, hasta que algo a lo lejos llamó mi atención. Sobre una montaña de miles de muñecos, vi a ese pequeño ornitorrinco de peluche, y solo decidí que lo quería. Corrí hacía mamá, se lo pedí, me dijo que no iba a comprármelo. Me sentí terriblemente enojada, así que me alejé. Caminé hacia el lugar donde lo había encontrado a regañadientes para devolverlo, y luego quise volver con mi familia. En ese momento, no supe que mi vida cambiaría para siempre.

Al no ver a mis padres, no lloré. En el momento no di mayor importancia a este hecho, pero, hoy en día, me resulta particularmente extraño. Salí de la tienda en la que nos encontrábamos y caminé durante unos largos minutos hasta que me cansé y me acomodé en un banco del parque. Me quedé dormida. Desperté de esa siesta reparadora y había anochecido. Caminé con pereza unos pasos en dirección al gran castillo, y un silencio profundo me inundó, las risas de niños que paseaban con sus familias se apagaron, el tumulto de gente simplemente desapareció. Me había quedado sola. Comencé a desesperar, las lágrimas bajaron por mi rostro sin parar hasta que sentí una mano en mi hombro, eso extrañamente me alivió. Al voltear, vi que se trataba de Perry, el ornitorrinco. Un actor, pensé. Él tomó mi mano y me llevó a caminar por el sendero que se dirige al castillo. Mientras avanzábamos, el cielo se iba aclarando, las risas iban apareciendo nuevamente, y tras unos cuantos pasos más, el tumulto volvió. El personaje disminuyó el paso, hasta detenerse en medio de la gente. Levantó ambos brazos, y se quitó la máscara del traje, y al hacerlo, dejó su piel azulada y sus enormes ojos rojos al descubierto. El supuesto hombre no tenía boca, pero de igual forma, su expresión no era sombría.

Es el día de hoy que no sé por qué no me espanté al verlo, pero tras mostrarse ante mí, me dio un leve empujoncito en la espalda, como si me mostrara hacia dónde ir. De pronto, una luz intensa me encegueció, era el sol que brillaba con todo su fulgor, tal como al comienzo del día. Me giré para poder ver a mi alrededor, y allí estaba mi mamá junto con el resto de mi familia, corrí desesperada en busca de ellos. Papá me abrazó con mucha fuerza, mamá igual, y tras soltarme de sus brazos, revolvió en una de sus bolsas para sacar un regalo que me habían conseguido durante mi ausencia. Era aquel pequeño ornitorrinco que vi en la tienda, me mostré agradecida y feliz ante ellos, pero por dentro un frío intenso me recorrió. Sabía que aquel inocente regalo iba a ser un recordatorio constante de mi experiencia en el parque de diversiones, y hoy, casi diez años después, puedo confirmar que me marcó de una forma inmensurable para siempre.

Fin.

 

Carbone, Antonella; Foche, Giuliana; Asman, Malena; Díaz, Eugenia; Pereira, Facundo 6°A

Creadores de “La pluma azul”
Creadores de “La pluma azul”

La pluma azul

Debía ser un día normal, como cualquier otro, pero para Pandora la mañana no había cumplido estas expectativas.

Llegó junto con su papá, su tía y su primo, Jaime, al salón donde se haría el evento. La fiesta sería hermosa, su mamá nunca se lo imaginaría. Esperaba con ansias ver su cara al encontrarse con todos disfrazados, sorprendiéndola en su cumpleaños.

Mientras su tía y su papá hablaban sobre los detalles de la fiesta, Pandora estaba jugando con Jaime a las escondidas. Ella siempre lograba encontrarlo rápido y el juego ya se estaba haciendo aburrido, al igual que este día. Propuso entonces jugar una carrera, pues Pandora era una niña que, aunque tuviera 7 años, era muy competitiva y sabía que a Jaime le encantaban las carreras. Ambos niños eran muy rápidos por lo cual nunca se sabía cuál de los dos ganaría y eso es lo que más los divertía.

El salón estaba en un primer piso, era bastante amplio y tenía un gran ventanal de vidrio, el cual daba a un balcón muy lindo que dejaba admirar toda la manzana. Jaime propuso que la carrera fuera desde una punta del salón hasta donde se encontraba el ventanal. Estaba segura de que ganaría incluso sabiendo que él corría rápido.

La carrera comenzó, ambos corrían con todas sus fuerzas pero estaban cabeza a cabeza. Pandora supo que tenía que dar todas sus fuerzas para ganarle. Ya casi estaban llegando al ventanal y ella comenzó a sentirse rara, como si su cuerpo se sintiera más ligero, como si no fuera su cuerpo. De pronto no podía manejarlo y quiso frenar, pero no pudo, sus piernas no le respondían. El ventanal estaba frente a sus narices y la niña debía frenar si no quería chocarse con este, pero esa tarea parecía cada vez más imposible, por lo cual atinó a cubrirse la cara con sus brazos para aligerar el impacto.

Algo extraño había pasado, el impacto nunca había llegado. Abrió los ojos y miró hacia abajo, de pronto sintió miedo y mucho asombro. Estaba a metros del piso, largos metros. Estaba flotando, volando. Se fijó por todos lados y no estaban ni su primo, ni su papá, ni su tía. No había nadie, ni siquiera estaba el salón, no estaba el edificio ni la ciudad. Comenzó a prestar atención y vio que se encontraba en un gran bosque. A Pandora le parecía el lugar más hermoso que había visto en su vida. Vio a lo lejos un lago y decidió volar hacia él. Se sentía en un cuento de hadas, el sol brillaba, veía en las alturas al suelo verde lleno de flores de todos los colores imaginables y los largos árboles le sonreían y la saludaban con sus ramas. Mientras se dirigía al lago, alcanzó a ver en lo lejos, detrás de unas montañas, como se acercaban decenas de pájaros, le parecieron muy bellos y decidió ir hacia a ellos en vez de bajar hacia el lago. Mientras se acercaba a estos vio que su tamaño era bastante considerable, de hecho, eran inmensos, eran tan grandes como un avión, aunque nunca había visto un avión de cerca, pero imaginaba que estos eran muy grandes. Los pájaros volaron alrededor de ella, como si estuvieran saludándola. Tenían un color azul el cual Pandora juró que era el más brillante que jamás haya visto y sus plumas le hacían cosquillas cuando volaban cerca. Vio de pronto como a uno de los pájaros se le había desprendido una pluma y decidió guardársela en el bolsillo de su pantalón de recuerdo.

De pronto comenzó a escuchar a lo lejos una voz y los pájaros comenzaron a irse. La voz decía su nombre y se escuchaba cada vez más fuerte. La llamaba con desesperación, pudo reconocer que era la voz de su papá, comenzó a mirar para todos lados pero no lograba verlo. Empezó a marearse, su cuerpo ya no se sentía ligero y todo a su alrededor estaba desvaneciéndose.

Despertó en el suelo del salón, tenía las miradas de todos a su alrededor y su papá la estaba llamando:

-Pandora, Pandora, despertate ¿Estás bien? Te golpeaste muy fuerte la cabeza contra el vidrio del ventanal ¿Por qué no frenaste antes de llegar?

Su padre parecía bastante preocupado por su hija, pero a ella le costaba entender todo lo que había pasado, estaba realmente confundida, ¿Había sido un simple sueño? Se sentó en el suelo mientras su tía le entregaba un vaso con agua.

-Yo sé que querías ganarme en la carrera, pero ¿realmente era necesario llegar hasta el vidrio y chocarse? - Dijo con un tono de burla Jaime. Su madre lo miró con ojos fulminantes y él bajó la cabeza. Pero Pandora no podía asimilar como todo había sido un sueño, se sentía tan real, había sido tan hermoso.

Su papá y su tía la ayudaron a levantarse, al hacerlo vio como de su bolsillo caía al suelo una pluma, era la pluma que se había desprendido del pájaro, estaba segura, el azul brillante de esta era inconfundible. Jaime se percató de la pluma que ahora su prima tenía en sus manos luego de levantarla del suelo.

- ¿De dónde sacaste esa pluma? -Le preguntó él, asombrado por lo bella que esta era.

-De un sueño. -Contestó Pandora sonriéndole. Aunque en su interior ella sabía que había sido más que un simple sueño y siempre lo sabría.

Fin.

Tuvimos el placer de hablar con uno de los grupos y, muy amablemente, ellos se animaron a mostrar la anécdota que eligieron para crear su cuento. El acontecimiento le ocurrió a la alumna Malena Ruta y los invitamos a leerlo a continuación:

"Cuando tenía alrededor de unos 6 años, mi papá, mi tía, una amiga de la familia, otra mujer con su hijo que tenía mi edad y yo, nos reunimos en un salón de fiestas, el cual habíamos alquilado para organizar una fiesta sorpresa a un amigo de la familia. Estábamos todos en el salón y los adultos estaban definiendo los detalles de la decoración, comida, música y demás temas de la fiesta.

El salón era bastante grande y estaba en un primer piso; al final tenía un ventanal que ocupaba toda una pared y daba a un balcón que tenía una baranda, la cual daba a la calle.

El nene y yo estábamos jugando, cuando, en un momento, él me propone correr una carrera y ver quién ganaba. Pero en cuanto a la “línea de llegada” de la carrera hubo una confusión de mi parte. Yo había entendido que la carrera iba desde una punta del salón hasta la otra punta, que sería el balcón; pero él lo que había propuesto era ir hasta donde estaban los adultos hablando, que era aproximadamente a la mitad del salón.

Frente a este malentendido, al comenzar la carrera, él corrió hasta donde estaban los adultos y yo seguí de largo corriendo hasta el balcón. Pero unos segundos antes, mi papá había cerrado la ventana del balcón y yo, sin darme cuenta, seguí corriendo y traspasé la ventana, rompiendo así el vidrio de esta.

Para mi suerte no me pasó nada, ningún vidrio me lastimó, pero estos quedaron esparcidos por todo el balcón y algunos llegaron a caer en la vereda".

Sánchez, Florencia; Ciciro, Emilia; Louzán, Josefina; Ruta, Malena; Grigaliunas, Agustín; Noguera, Nahuel 6°A

A la vuelta de casa

Una tarde, caminando por las calles frías y otoñales de la ciudad de Quilmes, caminaba junto a mi nieta, una niña dulce, pequeña, inteligente, audaz y simpática. Como siempre, como el día a día, como estamos acostumbradas nosotras, nuestra familia y el resto de la población, estamos acostumbrados a vivir, con miedo e inseguridad. Son muchos los casos de delincuencia, abusos y robos en la zona y nosotras creímos que este era el nuestro.

Recordé que debíamos comprar pan para acompañar la cena, fue así como terminamos en la panadería “de la vuelta de casa”, de Doña Clara. Luego de comprar el pan, salíamos de la panadería y establecimos curso hacia la casa. Allí, ocurrió lo impensado, una situación confusa y engorrosa.

Ya encaminadas y habiendo avanzado dos cuadras, vimos detrás nuestro a un hombre robusto, que nos doblaba en altura, vestido de negro -parecía tener una campera de lluvia- con una gorra que no nos permitía ver sus ojos. Por el sonido de las hojas de los árboles crujiendo debajo de sus zapatos, sentimos los pasos del hombre y supimos que venía detrás nuestro.

Con una mirada cómplice, supimos que debíamos acelerar nuestro paso. Cada paso que dábamos sentíamos que estaba un poco más cerca. Las pisadas eran más y más cercanas.

Desesperadas y temiendo ser su presa, nos tomamos de las manos y comenzamos a correr. El desconocido nos alcanzó ágilmente, pues pudimos notar que era un hombre de corta edad, no superaba los 30 años.

Agotadas de huir, debido a mis tantos años, el dolor de mis rodillas y los 10 años de mi bisnieta, el hombre de negro nos alcanzó. Sentí cómo su mano tomó mi hombro y me volteó, su mano se acercaba lentamente a su bolsillo derecho. En ese mismo instante pensé por el futuro de la niña, porque yo, ya con mis setenta y seis años no podía defenderla ni cuidarla más. Comenzó a sacar una cosa que no atreví a ver y creí que tal vez o seguramente, se trataba de una pistola. Pero para sorpresa de las dos, terminó siendo mi monedero.

El hombre me dijo que se me había caído de la campera hacía un par de cuadras. Con todo el nerviosismo acumulado, no dudé en gritarle “¡Pelotudo! ¿Por qué no me avisaste antes?” y sin agradecerle seguimos el camino hacia el hogar.

Albelo, Yasmin; Bordet, Juan Manuel; Herrera, Sofía; Martino, Camila; Pérez, Gonzalo

 

Seanópolo, Agustín 6°A

Escribir comentario

Comentarios: 0