Sobre la desigualdad y cómo solucionarla

Por: Bárbara Bula

 

Desde tiempos inmemorables existe una brecha que separa a la población, identificándola, definiéndola y, sobretodo, limitándola. 

Marx fue uno de los primeros en plantear la existencia de una “lucha de clases” en donde una clase burguesa, dueña de los medios de producción y con un mayor poderío económico, explota a una clase proletaria, compuesta por trabajadores, a los que se les otorga un salario, que es un valor fijo, como pago por una fuerza de trabajo que es variable, capaz de producir mucho más que el valor entregado por el burgués, a su vez, este valor que no se le otorga al trabajador y que se transforma en un valor agregado, conforma una plusvalía, que es un beneficio que obtiene el burgués a costa del trabajador. En este sistema planteado por Marx (en el que nos ahorramos el mencionar a los improductivos tales como clero, Estado e Iglesia) ya podemos observar la brecha, ya que los proles, con un ingreso menor, tendrán menos oportunidades que los burgueses, tanto en el acceso al consumo cultural, como en la satisfacción de sus propias necesidades.

A su vez, la sociedad consumista del Siglo XXI no hace más que aumentar esta brecha, ya que en medio del mundo globalizado somos bombardeados con información y mensajes constantemente.Estos nos introducen patrones de conducta a seguir y productos a adquirir, lo que nos lleva a incrementar el consumo, de forma que, como en términos marxistas, la mayor parte de la población pertenece al proletariado,necesita aumentar su salario para aumentar su consumo, lo que le lleva a trabajar más para intentar alcanzar estos bienes, por otra parte hay un pequeño sector de la sociedad que se va haciendo más rico, y a diferencia de lo pensado por Smith en su Teoría del Derrame, esta riqueza aún no ha rozado los sectores más bajos de la sociedad, y dudamos mucho que lo haga en los próximos tiempos.

Es así como el consumo no hace más que incrementar la desigualdad, que nos separa, iniciando en una brecha económica y terminando en una social, la cual es reconocida por muchos como irreparable, lo que lleva a un malestar social generalizado en el que la población se mira de soslayo entre sí, observando su diferencia de oportunidades, deseando lo que el otro tiene y culminando así, en situaciones de violencia o discriminación, profundizando aún más, si es posible, la división.

Sin embargo, sabemos que las necesidades son la ausencia de algo, un faltante, y se relacionan directamente con la macroeconomía ya que un bien económico es un bien escaso, es decir, que no hay suficiente cantidad de bienes para satisfacer todas las necesidades, y cuanto más escaso sea un bien, más demanda de este existirá y más altos serán los precios. Analizando el problema desde el punto de vista anteriormente mencionado, en el cual la desigualdad surge como un problema económico de una clase explotando a otra y luego se extiende a lo social, este no es un dato menor.

Es así como, en lo anteriormente planteado, vemos otro aspecto de esta satisfacción de necesidades en medio de una desigualdad de oportunidades, ya que esta explotación es justificada dentro de la sociedad consumista argumentando que un aumento de la demanda beneficiaría directamente al sector empresarial, o burgueses en términos marxistas, y, por ende, al resto de la población. O al menos así lo creía Keynes, que adaptando la Teoría del Derrame de Smith, consideraba que una gran demanda era positiva para toda la sociedad, ya que aumentaba la riqueza de los empresarios, los cuales luego utilizaban este dinero para contratar mayor cantidad de trabajadores lo que beneficiaría a los sectores bajos de la población. Teoría cuestionable, en nuestra opinión, ya que fácilmente podemos ver las falencias de estas ideas en la sociedad argentina contemporánea, por ejemplo.

En cambio, nosotras pensamos que para solucionar el problema de la satisfacción de necesidades es necesario aumentar el ingreso de las clases bajas, pero eso no es noticia nueva, ya que todos los autores anteriores parecen haber observado matices similares, pero el camino para alcanzarlo no sería una Revolución del Proletariado, como planteaba Marx, o aumentar la riqueza y productividad (termino con significado similar a la plusvalía pero utilizado por Keynes) de los empresarios, como consideraban los autores clásicos y neoclásicos ya mencionados, sino crear un sistema que permita a los trabajadores independizarse de forma tal que puedan manejarse con autonomía, pero al mismo tiempo que puedan construirse en las mismas ventajas que aquellos miembros más privilegiados de la sociedad.

Hay muchas formas acertadas de hacerlo, una que nos pareció útil y solidaria sería la planteada por Yunus, un economista y emprendedor social bangladesí, que consiste en un sistema de microcréditos otorgados (en su mayoría, por considerarlas más responsables y cumplidoras) a mujeres, el cual les da la posibilidad de crear su propio microemprendimiento comercial de forma que con una buena gestión y el paso del tiempo puedan progresar de su condición desigual frente a otros sectores sociales. Cuando el microemprendimiento se sostiene a sí mismo, las beneficiadas devuelven el valor otorgado, de forma que les brindan las mismas oportunidades a otros.

Un sistema solidario, que requiere de responsabilidad y compromiso como solución a la desigualdad, la discriminación y los prejuicios.

 

Ante esto nos preguntamos, ¿Qué mejor forma de acabar con la brecha que de una forma en la que se busque la igualdad por medio de responsabilidad y solidaridad?

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