Fomentar la creación

 

Los alumnos de 6to año del Instituto Nuestra Señora del Loreto, en sus clases de Literatura con la profesora Julia Fogola, llevaron a cabo una actividad de escritura para el tercer trimestre, y en palabras directas de la profesora, nos contó lo siguiente:

 

“Principalmente la consigna busca retomar las historias trabajadas sobre el mito, en particular sobre el mito latinoamericano, pero también cuando trabajamos con “Terrenal” y “El Diario de Adán y Eva”, trabajamos con el mito bíblico. Entonces el objetivo era, por un lado retomar el contenido del mito y por otro lado, trabajar con la reescritura de un texto literario para tener la experiencia, trabajar con la escritura y pensar el mito a partir de esta; lo que te obliga a realizar un análisis del mismo dentro de las características. Es una manera de reflexionar sobre el mito y pensarlo diferente pero también es una manera de entender la propuesta que habíamos leído sobre los dos libros mencionados anteriormente”

Con esta introducción te mostramos algunas de las producciones:

 

El nacimiento de Jesús

 

Hubo un día en Jerusalén en el que María y José estaban ansiosos por la llegada de su hijo. Tras una larga discusión llegaron a la conclusión de llamarlo Jesús; María había propuesto ese nombre ya que ella fundamentaba que el ángel, que le trajo la buena nueva, le dijo que tendrían que llamarlo así. José no se mostró muy opuesto, aunque él había tirado la opción de llamarlo Nicolás o Iñaki.

 

Un pesebre, una pareja, un bebé que va a venir al mundo, muchos invitados; es de noche, un cielo muy estrellado, alegría y muchas emociones. Un Baby Shower. Aquí es donde dieron a conocer el nombre del pequeño, entre gritos desencuentros, celos y personajes que capaz ni sospechábamos que algo harían.

 

 

María: (Refiriéndose a todos los presentes) Se llamará Jesús.

 

José: Bueno… Todavía no lo hemos charlado en privado pero es un gran nombre. Yo pensaba en Nicolás.

 

María: (Sorprendida y con un tono de enojo, escupe violentamente hacia José) ¡¿Nicolás!? Es muy común ese nombre, José… Estamos esperando la llegada del “Mesías” para simplemente llamarlo “Nicolás”... Por favor.

 

José: Es un lindo nombre pero sí, tenés razón, es común. ¡Iñaki! ¿Ese qué te parece?

 

María: Está bien que no quiero que sea común pero vos siempre volando por los cielos… Sos tan… Cómo decirlo…

 

José: ¿Futurista?

 

María: ¡Qué vas a ser futurista, vos! Me refería a “desvolado”.

 

José: Bueno, que se llame Jesús pero espero que hayas tenido en cuenta las deformaciones que van a surgir de su nombre.

 

María: Nadie osaría llamarlo Jesús, casi. ¿Decís que va a tener deformaciones?

 

María Magdalena: ¡¡Ay, qué hermoso nombre!! (grita emocionada y exaltada) ¿Puedo ser la madrina?

 

María: Viste, José. Jesús es un nombre hermoso, gracias Mari Eme.

 

María Magdalena: Eh… Pero yo lo decía por Iñaki (cabizbaja suelta una risa vergonzosa). Disculpame pero adoro ese nombre, por eso José lo propuso.

 

José: Já. (Mira sorprendido y sonrojado a María Magdalena) Amo ese nombre y mi padre hubiera querido llamarme así, si no fuese por su padre que fue quien sentenció mi nombre. Por eso lo propuse… (su cara retoma su color natural).

 

María: (sin notarse preocupada por la escena que acaba de presenciar) Bueh, bueh… ¿Ahora a todos les gusta ese nombre? Por favor, no seamos ridículos.

 

José: Todos… todos… Somos mayoría ya que opinamos tres y, de éstos, a dos les gusta “Iñaki”.

 

Antes de que María pudiera contestar, se para el pastor. Nadie se había percatado de que allí estaba hasta que notaron que tose, ahogándose con la comida. Todos voltean a ver la mesa principal. Vuelven a mirar con ira al pastor.

 

Pastor: ¿Qué hay para comer en el Baby Shower señora Maria? ¿Acaso es albondigón con piñones?

 

María: Oh, sí... -responde la señora Maria-. ¿Pero podrías alejarte de la mesa? ¡Dejá algo, che!

 

Pastor: No pensé antes de hablar. Quería decir que Jesús es mucho más lindo, no sé… A mi criterio. Ese nombre se banca los trapos.

 

María: (sonríe orgullosa y mira descaradamente a José) ¡VES! Mirá de quién te burlaste, man.

 

José: ¿Podés hablar bien? Nadie te dijo nada, calmate. Además, no entiendo esos términos que usas… ¿Podés traducirlo al siglo 0?

 

María: Pues mira a quién osas soslayar, mendigo…

 

José: ¿Osas? ¿No es momento de hibernar para aquellos seres, acaso?

 

María: Ah, bueno… Yo te enseñé a caminar y vos me querés correr. No me busques porque me encontrás. (Ya fastidiosa y quedándose con la última palabra mirá con vergüenza a los espectadores de esa dantesca escena) ¿Es muy feo el nombre “Jesús”?

 

José: No los pongas en la situación incómoda de decidir…

 

(Antes de que alguna persona que esté presente pudiese emitir comentario, se hace notar -entre bufidos- el ángel Gabriel).

 

Ángel Gabriel: Hola, ¿puede alguien explicarme qué está pasando acá? El de arriba me mandó a bajar, y aclaremos: no me dejó usar el ascensor, porque había mucho griterío y no era de jolgorio… Que alguien hable ya o calle pa’ siempre.

 

José: Bueno, Gabi… Lo que está pasando es que…

 

Ángel Gabriel: Primero, buen hombre, no me tutee. Segundo, ¿puede presentarse? Usted sabe quién soy pero a mí no me sucede lo mismo con usté.

 

José: Yo soy José, el esposo de María y padre de este pequeño.

 

Ángel Gabriel: ¿Cómo que José? ¿Vos no tendrías que ser Juan?

 

María (se sobresalta y contesta apresuradamente): ¡No, señor! Él, José, es mi marido. Juan es mi ex…

 

José: ¿Juan es un ex?

 

Ángel Gabriel: No estoy para terapia de parejas pero aquí (señala el pergamino con las indicaciones del Señor) dice “llévale esta buena-nueva a María y su amado Juan. Espero que desista de la idea de esposarse con José, ese me cae mal.”

 

María: ¡¿Pero cómo va a tardar tanto la mensajería al cielo?! Ah… Ya veo… Capaz se interpretó “amen” en lugar de “amén” y por eso no llegó.

 

María Magdalena: ¡Claro! Como cuando mandas un mail… Llegas a tener un solo error de tipeo en el espacio para completar con el correo electrónico y cagaste fuego.

 

Ángel Gabriel: ¿Correo electroqué? Bueno, no importa… Esperen que toco los tarros así llego antes de las 21.15 que el Señor se pone a ver la novela y no le gusta que lo interrumpan en ese momento; lo llego a agarrar en ese transe y no le va a agradar nada la noticia…

 

María: ¡Calme hombre, no hay apuro! Nosotros esperamos, tenemos tiempo y procuraremos bajar el timbre de voz así no tiene que volver dos veces más.

 

José: Ah, ¿Sos considerada con Gabi pero no para hablarme de ese “Juan”?

 

Ángel Gabriel: Deje de llamarme por mi segundo nombre. Mis amigos me dicen angelito; la abreviatura de mi primer nombre, por si no cazaron el chiste. Aunque, permítame hacer la excepción, usté  no es amigo así que tampoco puede decirme *así. ¿Tamo activo?

 

José: Me quedé de seis.

 

Pastor: Alta ubicada.

 

María: Muchas gracias por sus servicios, vuelva cuando haya hablado con el Todopoderoso. ¡Lo estaremos esperando!

 

Arbios, Aldana 6°C.

 

Hasta la última lágrima

 

Querido lector:

 

                                Nunca pensé que llegaría a este punto en mi vida. Justo en este lugar; sosteniendo en una mano aquel anillo que significó tanto en mi vida y en la otra el arma que acabaría con ella. Pero para que puedas entender cómo llegue aquí debo explicarte lo que paso años atrás.

Desde que era solo una niña mi padre arreglo mi casamiento; yo no creí que esto funcionara pero no podía discutir con él ya que todas las familias de clase alta, como la mía, así lo hacían. Mi prometido fue un joven valiente y de familia adinerada llamado Marcos; a quien aprendí a amar y confío en que él también a mí.

Al principio, solo éramos eso, un matrimonio arreglado, el cual se trataba de forma cortes y asistía a grandes celebraciones, sonriendo y pretendiendo que estábamos perdidamente enamorados el uno del otro; pero con el tiempo eso cambio. Descubrimos que teníamos más en común de lo que pensábamos y una de esas cosas era la literatura. Por lo cual pasábamos largas noches leyendo y comentando los libros clásicos; y así, sin darnos cuenta, nos enamoramos.

Los problemas comenzaron cuando el mejor amigo de Marcos, Julio, llego a nuestras vidas; llenándole la cabeza a su amigo de inseguridades que causaban peleas entre nosotros e intentando conquistarme. Por suerte su estadía en nuestra casa fue corta y luego todo volvió a la normalidad.

Pero la normalidad solo duro unos días ya que Marcos enfermos. Los médicos nunca pudieron saber cuál fue la causa de su enfermedad tan repentina, pero con el tiempo yo la descubrí.

A causa de esto; nuestros días se basaban en él acostado en la cama y yo a su lado leyendo sus libros favoritos. Esto siguió así hasta el 15 de julio. Su último día. Fue un día lluvioso; en el que le prometí, junto a su tumba, que nunca amaría a nadie como a él y por lo tanto no me volvería a casar.

Luego de un año, mi padre, al ver lo destrozada que todavía estaba por su muerte, decidió que debía casarme de nuevo y organizo la boda a pesar de mis suplicas de no hacerlo. Su error fue no haberme escuchado y haber elegido a Julio como mi nuevo esposo. La boda fue rápida y sin emociones, por lo menos no de mi parte.

Pero todo se desmoronó al día siguiente cuando el ama de llaves confeso su traición. Me dijo que Julio la obligo a envenenar el té de Marcos y fue así como enfermo y murió. Ésa fue la lagrima que rebalso el vaso.

Esa misma noche, lluviosa como la noche en la cual Marcos murió, me puse el vestido blanco de nuestra boda, el cual estaba manchado de gris en ciertas partes; el anillo que representa el amor que nunca dejamos de tenernos, un arma y Salí de la casa rumbo al cementerio; más específicamente a su tumba.

Y así fue como me reencontré con Marcos luego de tantos días oscuros.

 

                                                                                                               Con amor, Ciraigo.

Accardi, Micaela. 6°C.

 

 

La voz

 

Era mediado de julio, y se escuchaba el silbido de la brisa invernal capaz de hacer que una persona deseara quedarse en cama todo el día, aunque para David, esa no era la razón para hacerlo.

Eran las 10 de la mañana y al fin se levando, se dirigió al baño y cuando levantó la cabeza hacia el espejo, la corrió inmediatamente. No podía, simplemente no podía mirar el reflejo de lo que razonaba, era el pecado mismo. Sangre de tu sangre, ¡como pudiste! Esa voz otra vez, desde aquel día esa voz lo atormentaba incesantemente.

¿De que servia el dinero y el poder que ahora poseía si no tenia a la persona con quien le gustaría compartirlo?

Cualquier cosa que hiciera lo hacia pensar en lo que hizo, aunque habían pasa tres años ya, no había nada que llenara el vacío que su superficial egoísmo había creado. La culpa era su única compañía.

Ese día, mas que nunca sintió ganas de hablar con el, decirle que lo sentía, explicarle que si pudiera volver el tiempo atrás, lo haría y evitaría que todo eso sucediera. Así fue como recordó que hace muchos años, su madre le había contado que si deseaba hablar con alguien que ya no se encontraba en este mundo, podía escribirle una carta, al finalizarla debía quemarla para que las cenizas volaran con el viento y las palabras fuesen leídas por esa persona desde los cielos. Eso haría, hablaría con Daniel. Una simple carta,  ¡Ja!, ¿Te parece suficiente?, ¿Pensás que tu sucia conciencia va a estar limpia algún día?

¡Basta!- Gritó.- Ya no puedo, tengo que acabar con esto.   

Agarró un pedazo de papel un tanto arrugado del último cajón en el escritorio y el bolígrafo grabado con su nombre, se sentó en el centro de la habitación, iluminada solo con la tenue luz que entraba por la ventana de aquella invernal mañana.

“Querido Daniel, se que no soy  merecedor de escribir tu nombre si quiera, pero también se que no hay forma sobrehumana que me ayude a comenzar esta carta sin caer en un profundo llanto, lo menos que puedo hacer es explicarte lo que paso, como fue que el prestamista llego a tu casa y al no encontrar lo que buscaba, te convertiste en la alternativa perfecta para cobrar su deuda conmigo.

Me confieso, te confieso, yo sabia lo que iba a suceder, la codicia ahogo mi razón y el terror nubló mi vista. Permití que el seductor aroma a auxilio que me procuraba la traición hacia vos me dominara.

Imploro tu perdón, pago cada segundo en esta tierra la deuda de mi traición, sin embargo no es suficiente.

Hermano querido, rezo para que cuando mi alma deje esta tierra me permitas permanecer a tu lado por la eternidad, porque no hay nada que desee más”

David encendió con una temblorosa mano, un fósforo que no recordaba haber colocado a un lado de la mesa. El mensaje comenzó a arder. Por alguna razón su mano no lo soltaba. Cada vez había más luz en la habitación, pero no parecía notarlo, se encontraba en una especie de trance que no lo devolvía a la realidad, y fue entonces cuando muy a lo lejos creyó escuchar la leve voz de su hermano, todo acabó por fin hermano

 

Pérez Sanguinetti, Giuliana. 6°C.

 

 

Escribir comentario

Comentarios: 0