Justicia por mano propia

Hoy en día no es raro escuchar que alguien haya utilizado alguna acción violenta para lograr lo que considera que es justicia. La justicia por mano propia es el “recurso”, si es que se puede llamar así, que utiliza la gente  para poder defenderse frente a la inseguridad que se vive en el país. 

La sociedad Argentina, cansada de la falta de seguridad y al ver que no se toman acciones frente a lo que ocurre, ha decidido en su mayoría defenderse por sí sola, ya sea teniendo un arma en su casa, o agrediendo a un asaltante físicamente -si es que lo logran atrapar-, llegando en algunas ocasiones a producir su muerte.

Si se observan los reportajes televisivos que se les hacen a vecinos que viven la inseguridad diariamente, escuchamos como, cansados de no recibir ninguna respuesta, deciden tomar medidas con el objetivo de conseguir lo que el gobierno no les otorga. 

Lo que indigna principalmente es que el delincuente posee más derechos que uno mismo, ya que el actuar en defensa propia para la justicia es todo lo contrario. La víctima pasa a ser victimario. 

Podemos identificar la justicia por mano propia en una situación hipotética en la que una persona -sea hombre o mujer- que es asaltada en una plaza por un delincuente, así como muchas otras que la rodean, agreden física y verbalmente a aquel que llevo adelante el delito. ¿Por qué se genera este escenario? Por el cansancio frente a los robos. 

Esto no se aplica solamente a asaltos, sino también a casos de agresión doméstica, a violadores, como a cualquier otra persona que mantenga actitudes negativas frente a la vista de la población. 

No estoy a favor de este tipo de justicia, pero tampoco considero justo que se tenga que llegar a tal punto debido a la falta de interés que demuestran los dirigentes hacia aquellos que deben proteger. La inseguridad aumenta cada vez más. No hay un día en que uno mire el noticiero o lea el diario y no vea qué hay nuevas y más víctimas. Frente a esto, ya no se sabe qué hacer, si aprender a convivir con la situación o enfrentarse a ella. Al ver las decisiones de la sociedad frente a la inseguridad,  ya podemos empezar a notar cuál de las dos posturas está adoptando.

Una posible solución para lograr el fin del accionar por mano propia seria que el Estado intervenga frente a la desesperación por soluciones y respuestas y el agotamiento que genera vivir con miedo a salir a la puerta de tu casa. Se quiere volver a vivir como era en un pasado, donde se podía dejar que los chicos jueguen en la calle sin temor a que les pase algo. Hoy, uno siempre tiene que estar mirando a sus espaldas, alerta  las veinticuatro horas del día para prevenir un robo, secuestro, o hasta algo peor. Ni siquiera podemos estar seguros como adolescentes a la salida del colegio.

He sido testigo de cómo le robaron a una compañera en frente mío, cómo fue amenazada y agredida físicamente, cómo un profesor era secuestrado a menos de dos pasos de distancia de donde estaba yo parada. ¿Es bueno para las nuevas generaciones criarse con miedo? 

Antes se podía salir a caminar, ir a comprar.  Ahora vivimos continuamente en el temor que nos limita en nuestras acciones: las salidas, lo que hacemos, a dónde vamos, con quién. Delimita nuestra libertad. 

El Estado debe comenzar a tomar medidas si pretende evitar que esto llegue a mayores instancias. La gente ya no quiere vivir más con barreras o limitaciones. 

Los padres ya tienen hasta miedo de dejar a sus hijos solos en casa, pensando en la posibilidad de que los delincuentes realicen una entradera. Porque ya no es más solo el robo, ahora es robo y asesinato. 

¿Cómo puede ser posible que la gente pierda la vida por algo solo material? Un auto, una moto, dinero. ¿Nuestra vida vale menos que un objeto?

Si aquellos que deben brindarnos las soluciones y respuestas que necesitamos como sociedad no cumplen con sus obligaciones, la misma sociedad las va a buscar e intentar conseguir por cuenta propia.

 

 

Bianchi, Dafne

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