Juntos podemos.

Voy a empezar este artículo presentándoles algunas situaciones que son familiares para todos nosotros.

 

Vas caminando por la calle y te cruzás con una persona tirada pidiendo un poco de plata o, los más afortunados, vendiendo estampitas, pequeños calendarios o similares. Los mirás, abrigados con harapos, intentando sobrevivir al frío, en un colchón destartalado, si tienen suerte, o en una frazada doblada y toda rota, la gran mayoría.

Si es un buen día y justo tenías cambio en el bolsillo, por ahí se lo das, pero la mayoría de las veces pasas de largo. Quizá te sentís mal por esto, pero te decís a vos mismo que estás apurado, que es culpa del gobierno, que ellos se tienen que hacer cargo, que no podés darle plata a todo el mundo o que a vos las cosas tampoco te vienen desde arriba.

Vayamos a otra situación. Estás en tu auto parado en un semáforo, y un nene de más o menos doce años te ofrece limpiarte el vidrio. Vos o el que sea que conduzca le dice que no y él lo hace igual, ignorándote, ignorándolos. Cuando se acerca a la ventanilla pidiendo una moneda por su trabajo, se la cerrás. Vos le dijiste que no. No es tu culpa si él lo hace igual. Seguramente el resto de las personas en el auto y vos se queden criticando a los trapitos.

En otro momento, quizá del mismo día, te tomás un colectivo. Estás sentado, cansado, queriendo llegar a tu casa o al lugar al que estés yendo y sube un hombre, habla un poco raro, afirma tener una enfermedad, una discapacidad o haberse quedado sin trabajo recientemente, a veces dice que tiene hijos chiquitos a los que alimentar o tiene alguna dificultad visible, tal como ceguera.

Te da algo, como un calendario chiquito o te ofrece una lapicera, un lápiz o un chocolate. Si pensás rápido no se lo agarrás y le decís que no, por ahí te lo da igual e inmediatamente empezás a quejarte en tu cabeza, por ahí se lo lleva y seguís de largo, o a lo mejor, en un buen día, se lo comprás.

Todo el rato dudás. Puede que esté mintiendo. Después de todo no se puede confiar en nadie en estos días, está todo muy inseguro, no es tu culpa.

Finalmente, llegás a tu casa y te encontrás con un carro tirado por un caballo y quizá una familia entera arriba de él juntando cartones. Pasás de largo, lo ignorás, ya estás acostumbrado. A veces te da bronca, pobre el caballo, todo lastimado tirando de un carro lleno de cosas y un montón de personas. Probablemente escuchás a alguien quejándose del desastre que hacen, de cómo van a abrir las bolsas de basura para sacar cartones.

Pero no importa, no es asunto tuyo. Vos estás cansado. Trabajaste o estudiaste todo el día. Por fin llegaste a tu casa, está calentito, te sacás los zapatos, revisás tus redes sociales o mirás la tele. Tu familia te recibe con una comida calentita y después te vas a dormir a tu cama, ajeno a todas esas personas que te cruzaste en el día, ajeno a que quizá ellas no tengan dónde pasar la noche.

¿Es tu culpa? No, no lo es.

¿Es tu responsabilidad? Se podría contestar fácilmente que no, tampoco lo es.

Entonces, ¿por qué ayudar a toda esta gente que no tiene nada que ver con vos?

La respuesta es simple, porque podés.

No digo que tendrías que haberle dado plata a cada uno de ellos, felicitar al trapito por ignorarte y ayudar al cartonero a cargar todo el carro y después aplaudirlo por maltratar al caballo.

No, lo que digo es que si en lugar de haber ido a la cama hubieses ido a tu alacena, verías un paquete de galletitas, un arroz, un paquete de fideos o una lata de arvejas. En realidad, probablemente verías más de una, pero con una alcanza.

Podrías haber agarrado una de esas cosas, meterla en tu mochila, porque vos en el fondo sabes que nadie te va a decir que no por eso, y al día siguiente, cuando vuelvas a encontrar al hombre tirado en la vereda, el trapito te lave el parabrisas del auto, el hombre del colectivo te insista para que le compres o el cartonero busque en tu basura, podrías dársela.

¿Cambiarías el mundo haciendo eso? No.

¿Cambiarías el mundo de esa persona haciéndolo? No lo sé, pero lo más probable es que no.

¿Cambiarías su día? Sí.

¿Cambiarías el hecho de que no tiene nada para comer? Sí.

Si cada uno de nosotros, de las personas que conocemos, de los que nos rodean, agarramos un paquete de algo, una sábana vieja, un acolchado que quedó en el fondo del armario, ropa que no usamos, algo que no necesitemos o que podemos reemplazar fácilmente, y se lo damos a una persona en situación de calle, al tipo que cuida los autos en la vereda de tu casa, al cartonero que pasa diariamente, o a alguna persona en situación más carencial que la nuestra. ¿Cambiaríamos el mundo? Sí.

¿Sería rápido, efectivo y un trabajo de un día? No, sería trabajar todos juntos, como comunidad, para asegurarnos que todas las personas puedan satisfacer sus necesidades básicas (alimento, abrigo y vivienda) y después seguir haciéndolo, para que puedan educarse, para que puedan alcanzar un empleo digno, para que puedan ser integrados en la vida en sociedad, para que puedan dejar de depender de nosotros.

Porque de la misma forma que no es tu culpa que una persona no tenga nada, tampoco es su culpa, y mientras ellos no pueden hacer nada para cambiarlo, nosotros sí.

Podemos velar por el cumplimiento de sus derechos, por su educación, porque tengan una vida digna. Velar por ellos desde momento en el que nacen, hasta el momento en el que se mueren.

Y no es tu obligación, pero mañana podrías ser el que esté ahí, y te gustaría que alguien haga eso por vos.

Es difícil, muchos pensarían que es imposible. Pero yo te digo que no es imposible, que se puede, pero que necesitamos trabajar un montón para alcanzarlo, que no es una cosa de un solo día, de una única vez. Es un esfuerzo constante, por una creencia constante.

Porque yo creo que todos podemos, solo me basta mirar a mi alrededor para saberlo.

Tomemos la Misión a Añatuya que está haciéndose un lugar importante en este tiempo como ejemplo. 

Hace diez o quince años ir a misionar a Santiago del Estero parecía imposible. Surgió como una idea. Al principio eran unos pocos intentándolo, pero cada vez se fueron sumando más y ahora toda la comunidad de Loreto y mucha de las personas que viven en la zona están al tanto de la Misión. Todos nos unimos para luchar por esta causa. Ya llegamos muy lejos y no me queda ninguna duda que vamos a avanzar mucho más.

Y todo porque en algún momento alguien se animó a pensarlo y después todos nos juntamos para hacerlo realidad.

Porque todos juntos podemos hacer un cambio.

 

 

Bárbara Bula

Escribir comentario

Comentarios: 0