Palabras jóvenes, en acción.

La sección “Palabras jóvenes, en acción” involucra diferentes escritos de jóvenes pertenecientes al ámbito escolar. Se trata de una novedosa propuesta que incita a que, por medio de escritos, todos aprovechemos del acto de leer… ¿y por qué no también escribir?

Le damos gracias por su colaboración a Bárbara Gelbort y Kiara Peloso, quienes escribieron respectivamente “Sueños” y “Marcos”. A su vez, también agradecemos a un alumno que, de forma anónima, decidió contribuir con su obra, llamada “Olvido”. Y ahora sí, sin más palabras ni distracciones nos dirigiremos al centro de la cuestión.

 

Sueños

 

- ¡Vamos, Emily! Corre, corre.- Susurró Max.

Ya estaba cansada, no podía más. Por mi cabeza rondaban imágenes de lo que había visto hace unas horas. Lo lamento, hermano, pero no habrás muerto en vano.

Intenté correr un poco más fuerte pero el cansancio no me lo permitía. No sé de donde mi amigo sacaba tanta fuerza, pero antes de que pudiera reaccionar, ya me estaba cargando en su lomo.

Luego de unas horas recobré mis fuerzas y logré correr de nuevo.

- Max, estamos por llegar. Tengo miedo. Perdimos a mi hermano, no nos querrán aquí.- Dije transformándome.- Mi sobrino no me querrá ni ver. Ahora él está al mando, dudo que quiera que pisemos en los terrenos de Almas Negras.

- Emmy, no digas eso.- Dijo un chico que apareció de la nada.- Nunca permitiría que mi tía se fuera por eso, sabíamos que lo más probable era que mi padre no fuera a regresar.

-Me alegra escuchar eso, diablo.- Max y yo hicimos una reverencia y seguimos a Jace hasta nuestra ciudad. Todo en perfecta sintonía con la oscuridad del infierno por el que caminaba.

Ya cerca del lugar, empezamos a escuchar gritos y oler sangre.

 

- Transfórmense. Parece que vinieron por ustedes, no quiero que ningún demonio que no sea de los nuestros salga de aquí con vida.- Anunció Jace. Ya estaba enojado. Era mejor seguir sus órdenes.

-Sí, mi señor.- Contestó Max y luego yo lo repetí.

Me transformé en un hermoso demonio de pelo blanco como la nieve, con ojos tan negros como la misma noche, mientras que mi amigo se transformó en un demonio de pelo negro y ojos verdes. Por último, mi sobrino Jace se convirtió en un diablo de pelo cobrizo y unos ojos tan rojos como la sangre.

Corrimos hacia la batalla, pero para nuestra mala suerte, ya no quedaban muchos de los nuestros, y como si fuera poco, nuestros atacantes eran unos ángeles caídos.

Al vernos, su dios, como lo llaman ellos, nos mira y se transforma en un ángel de pelo rubio y ojos celestes y dice:“Vaya, vaya... no pensé que llegarían tan lejos con las quemaduras y las heridas. Parece que me equivoqué, pero no cometeré el mismo error dos veces.”

En ese instante, dirigiendo su mirada hacia sus acompañantes, se abalanzaron hacia nosotros. Con dificultad logramos zafarnos algunas veces, pero al final nos sujetaron con fuerza. –Para ser un diablo esperaba más resistencia de tu parte.- Levantó su mano izquierda y el hombre que sostenía a mi sobrino de un tirón puso su cabeza hacia atrás.- Es una pena que seas tan joven y debas morir así.- Le dijo y con un movimiento rápido de manos rasgo su cuello con su luz.- Sí, es una lástima.- Repitió.

Luego, con la misma actitud se acercó a Max y lo desgarró entero, para después mostrarme lo que había hecho, diciendo que todo terminó así por mi culpa.

-Ya basta Derek, por favor. No lo soporto. Es demasiado.- Repetí unas cuantas veces hasta que paró. Estaba destrozada, no solo había visto morir a mi hermano ese día, también a mi mejor amigo y a mi sobrino.- Por favor, solo mátame y listo.

-Claro que no, nunca te mataría. No te lo mereces.- Hizo una pausa.- Te mereces lo peor y por eso no te permitiré la muerte.

 

Enseguida todo se puso negro.

Desperté con el corazón a mil, respiración entrecortada y la vista nublada. Miré para todos lados una vez que la visión fue nítida. Estaba en mi casa, en mi habitación.

“Todo fue un sueño”, me dije en voz alta. No, no fue un sueño. Fue una pesadilla.

Me levanté de mi cama y me dirigí al baño de la habitación. Me lavé la cara y me miré al espejo. “Estoy hecha añicos”, pensé.

Salí del baño y busqué mi ropa para darme una ducha. Luego de vestirme con una musculosa negra y una camisa a cuadros roja y negra, fui por mis jeans azules rasgados y me los puse. Por último, tomé mis zapatillas negras y partí en búsqueda de mi querido hermano.

La casa estaba extrañamente silenciosa. No se escuchaban ni los grillos. Me paré fuera de la habitación de Dante y golpeé la puerta.

-Hermano, ¿estás despierto? Ya son la 08:30 am.- Él no respondió.- Dante.-  Golpeé más fuerte la puerta.- ¡Arriba vago!- Me empecé a preocupar.- Dante, si no respondes, voy a entrar.- Y como antes, no se escuchó nada.

Abrí la puerta con cuidado, esperando que él estuviera dormido. Al ver su cama perfectamente tendida, me inquieté por unos instantes hasta escuchar que la ducha estaba abierta.

Me acerqué a la puerta de su baño y toqué con los nudillos suavemente la puerta.

-Ya voy Emmy. – Me tranquilizó escuchar su voz, pero de todos modos había algo que no estaba bien.

Salí de la habitación y me dirigí a la de Max. Su puerta estaba abierta por lo que supe que estaba despierto. Entré y me quedé alarmada y horrorizada al ver tal escena. La habitación de paredes verde claro y piso de madera oscura estaba repleta de ropa tirada por todos lados. Escuché pasos y me giré para ver a Max con cara de “Por favor, no me mates.” Sin siquiera hablar se puso a ordenar mientras yo le repetía una y otra vez que odiaba el desorden. Él me daba sonrisas juguetonas para que no me ponga de mal humor.

 

-Listo Emmy, vamos a desayunar.- Bajé junto con él las escaleras.

- ¿No tienes un mal presentimiento?- Le pregunté.

- No. – Respondió de manera seca. Lo miré extrañada ya que nunca hablaba así. Siempre es muy amable con todos.

- ¿Qué pasa con Dante?¿Todavía no baja? - Preguntó.

- Estoy bajando.- Respondió una voz a nuestras espaldas.

Saludé a mi hermano y fuimos a la cocina. Hoy Dante prepara el desayuno.

- Diablita, ¿dónde quieres entrenar hoy?- Preguntó Max.

- En el patio.- Dije con una sonrisa, ellos sabían que eso significaba que lucharían contra mí.

- Muy bien.- Respondió Dante.

- Hola, tía.- Me saludó Jace.- Hola, tío.- Dice dirigiéndose a Max.- Hola, pa...- Emitió por último, yendo hacia Dante.

- Hola enano.- Saludé.

- Soy más alto que vos.- Dijo riendo.- ¿Van a entrenar?- Yo asentí con la cabeza y él sonrió. Terminamos de desayunar los cuatro y salimos al patio.

Luchamos un rato hasta que me sentí observada. Me giré y vi a un ángel a unos metros de nosotros, escondido.

- ¿Qué hace un ángel caído en los terrenos de Almas Negras?- Le pregunté al ángel sin gritar, pero asegurándome que escuchara bien claro.

El ángel se acercó a nosotros despacio y con precaución. Pero de un momento a otro, otro caído se me acerco por la espalda y me sujetó los brazos. Lo mismo sucedió con los demás.

–Nos llevaremos al del medio.- Dijo señalándolo a Dante.- Al de allá y también a la chica.- Indicó luego apuntando a Max y a mí.

No opusimos resistencia porque saldríamos perdiendo. Eran muchos.

A Max y Dante les vendaron los ojos, pero a mí me inyectaron algo y me durmieron. Lo último que vi fue a mi sobrino en el piso, gritando con furia que lo dejaran en paz. Luego, todo negro.

Cuando desperté, estaba en una jaula como la que usan los lobos en luna llena. A mis lados estaban dos cuerpos en el suelo, tirados e inconscientes. Uno de ellos desprendía sangre de su cabeza. Me acerqué a él y le di la vuelta para ver su cara. Era mi hermano y ya no respiraba. Después, me acerqué al otro cuerpo y observé que era Max, que seguía con vida. Al igual que yo, estaba un poco débil.

No sé cuánto tiempo pasó, pero empezaba a tener mucha hambre. Max ya había despertado y estábamos planeando como huir.

(…)

- Lo… logramos… salimos.- Dije agotada.

- Sí. Ahora a correr.- Dijo Max.- Se están acercando.

Empezamos a correr y luego de un rato ya no tenía fuerzas.

-¡Vamos, Emily! Corre, corre.- Susurró Max.

Gelbort, Bárbara

 2do año C

 

 

Al hablar un poco con Bárbara Gelbort de 2°C, ella nos cuenta el motivo de su narración. Expresa una atracción muy grande por la lectura, principalmente por los géneros fantásticos. 

Nos explica que mediante este género podemos percibir un mundo diferente, que en realidad no existe pero que sería ideal y maravilloso que existiera. Se siente tan encantada por estas lecturas que se animó a escribir un pequeño cuento con estas características y lo quiso compartir con nosotros. 

 

 

 

 

Marcos

 

Recuerdo con exactitud el día en el que lo conocí. Recién me mudaba a una casa. Luego de haberla reconstruido y haberla preparado, mis papás, quienes eran muy poco sociables, invitaron a mis tíos y abuelos a conocer la pequeña vivienda de dos plantas y cinco habitaciones.

Amaba jugar en el patio de atrás, sin duda alguna. Aquel día de verano, mi prima Emanuela y yo jugábamos a pasarnos la pelota en la sombra de una de las paredes que daba a la casa de al lado. La más horripilante que había visto en toda mi vida. En una mala jugada, el balón cayó del otro lado de la pared, lo que hizo que mi prima y yo corriéramos a decirle lo ocurrido a nuestros papás.

Como, según ellos, ya estábamos “grandes”, nos habían dicho que tendríamos que ser nosotras quienes golpeáramos la puerta, o más bien, tocásemos el timbre de la construcción terriblemente vieja y horrible.

Mi tía Marina nos había acompañado hasta la puerta, para luego observarnos caminar, con miedo, hacia la otra residencia.

Busqué el timbre con la mirada, estaba a la derecha de la pequeña columna de ladrillos alrededor de la puerta negra y oxidada. Me paré en puntitas de pie y apreté aquel pequeño botón. Emanuela estaba asustada, tanto que se estaba por comer los dedos de las manos, o algo así.

-¿Quién es?- Se escuchó todo distorsionado.

Mi prima pareció no percatarse de aquel sonido. No supe si se trataba de un don, doña o un niño, pero pensé que sería la segunda opción, por supuesto.

-Venimos a buscar una pelota, se nos cayó hace un rato, doña.

La chica a mi lado me miró raro, parecía estar pálida, pero no lo sé, demasiado pálida ya era ella en sí. La puerta se abrió y un chico como de nuestra edad salió con la pelota en sus manos. Emanuela gritó y salió corriendo. Me asusté. Aquel chico daba miedo.

Era muy pálido. Tenía ojos azules, casi blancos. Translúcidos. Era huesudo, o al menos eso pensaba yo. Sus dedos finos como fideos me extendieron el objeto.

Lo tomé con cuidado, sin decir nada. Mi tía vino a buscarme, también, sin percatarse de la presencia de aquel chico, cuyo cabello oscuro, generaba temor de lo sucio que estaba.

Nos fuimos. Él se acercó hasta la puerta y la cerró con fuerza, pero sin que hiciera ruido. En mi casa todos estaban alrededor de Emanuela, quien decía que la pelota estaba flotando en el aire, que no había nadie.

Les dije a todos que era mentira, que había un chico, y que tenía cara de llamarse Tobías, a lo que me decían que ese chico no existía, pero yo sabía que si lo hacía.

Los siguientes días lancé la pelota un par de veces más, para que mi gran nuevo amigo, cuyo nombre era Marcos, me la lanzara del otro lado de la pared de tres metros de altura.

Los años pasaron y Marcos y yo nos hicimos cercanos luego de los siete años. Él iba a mi escuela ¡Pero nadie lo conocía! Era raro. En realidad yo lo era, según mis compañeros. Me decían que estaba loca, que hablaba con mi amigo imaginario... ¡Hasta me llegaron a decir que Marcos no existía!

Me acuerdo que muchas veces mis papás me prohibieron hablarle a Marcos, ya que no era bueno para mí.¿Por qué lo decían? Ni la menor idea. También me acuerdo que a él no le gustaba hablar de sus padres, ni de nada de él, solo hablábamos de mí, en realidad, solo yo hablaba.

Recuerdo bien, muy, muy bien, que detestaba ir al club a jugar a la pelota o a natación.

Cuando teníamos trece lo obligué a probar fútbol. ¡No metió ni un gol! Pero de igual manera lo alentaba desde la tribuna, y la gente me miraba feo y raro.

Marcos era raro. No le gustaba ningún deporte, ni hablar con otras personas. ¡Siempre que alguien me hablaba él se callaba y se quería ir! Era muy tímido. Supongo que no le gustaría hacer amigos.

Me acuerdo el día en el que una familia se mudó a su casa. La duda me había llegado de repente al escuchar a mi mamá gritar la noticia desde el baño de arriba.

¿Cómo se iban a mudar a la casa de Marcos? ¿Serían familiares? No lo sabía, pero a la semana que seguía, en el primer día de secundaria, más bien de quinto año, lo volví a ver. Le pregunté todo sobre la mudanza, su historia, en resumen, todo lo que él no me quería decir.

Después de ese día no me habló más, aunque a decir verdad nunca lo había hecho. Se enfadó conmigo y ni a la escuela iba, dejándome sola, vagando por los pasillos o sentada en las escaleras. Mis papás estaban felices. Los veintitrés psicólogos también. Pero yo no. Marcos era mi amigo.

Luego de eso me enteré que realmente no hablaba con nadie. Que en los partidos de fútbol- tres con exactitud- nunca hubo ningún Marcos. Que en el colegio, solo había tres Marcos y ninguno de ellos era mi vecino. Lo peor fue cuando me enteré que no tenía ningún vecino. La casa estaba sola, vacía por dentro y por fuera. Tanto de muebles como de personas.

Hoy, ya pasados unos cuantos años, no puedo creer que la gente insista en que yo veía a alguien que estaba muerto. ¡Pero qué barbaridad! Otros decían que era normal imaginarse personas que no existían. De vez en cuando lo veo en el chino de la vuelta, observándome silenciosamente, detrás del verdulero, o también en mi trabajo, ¡justo atrás de mi jefe!

Pero si todo cobraba sentido, Marcos no hablaba, no sentía, no comía, no respiraba, no se mojaba al meterse a la pileta de mi casa, ni nada de eso. ¿Será que en serio veía a un fantasma? ¿O sólo yo podía ver a Marcos? ¿Lo imaginaría? Ay madre mía, ayuda.

Peloso, Kiara

2do año C

 

 

Al hablar con Kiara, nos dijo que escribe sobre el género fantástico por el simple hecho de que la sensación de leerlo se le hace muy emocionante y extraño.

 

Por otro lado, al preguntarle sobre qué fue lo que la inspiró para escribir “Marcos”, dijo que la idea solo surgió de golpe y que le pareció interesante escribirla.

 

Olvido

 

 Hay cosas fáciles y difíciles de olvidar, no hay contexto para la mayor desesperación que el olvido, mi infancia fue una de esas cosas que por alguna extraña razón no recuerdo a la vez que se que no hubo etapa más desesperante de mi vida que ella.

Me costó tiempo entender que aquellas dos sombras no eran dos sino una, tanto tiempo como aproximadamente 10 años de mi vida.

Fue aquella noche cuando traje aquellos nostálgicos recuerdos de mi infancia pensando en un mero y simple dibujo, nunca creería que el desenlace de aquel HORRIBLE dibujo terminaría dándome tal nivel de desesperación y terror. En un contexto claro y explicable donde yo sencillamente buscaba dibujar aquella sombra que me acompaño toda mi infancia, mi bella infancia, la cual hasta el día de hoy sin entender la razón me trasmite alegría a la vez que dolor, tanto dolor como para ignorarlo por una larga década de completa ignorancia en la que pude encontrar algo muy ambiguo llamado calma.

Al empezar a dibujarla primero trace los bordes de lo que respectivamente seria su rostro, un circulo sin ningún relleno en el que se remarca bien los bordes del mismo. Vale aclarar que aquella sombra que recuerdo no tiene o tenia rostro, ella sencillamente posee una suerte de capa o túnica negra o blanca y respectivamente según el color de su capa su rostro el cual es algo completamente indefinido es blanco o negro, contraponiéndose al color de la capa.

Al terminar el circulo que no poseía ningún rasgo de simetría o perfección me dedique a dibujar la túnica o capa, yo lo sentía; sentía como poco a poco perdía el control de mi consiente al dibujarlo, desfigurando poco a poco mi ideal de dibujar algo "bonito" y comenzando a trazar líneas sin sentido progresivamente. Allí se encuentra mi principal dicotomía, era hermoso, tan hermoso como una obra de un artista reconocido que no deja de trasmitirte constantemente nostalgia, justamente no creo haber tenido un mayor encuentro nostálgico conmigo mismo y ese ser que desde ese momento, sin embargo yo sabía que no eran más que líneas trazadas de una manera bruta y sin sentido.

Una vez me propongo a rellenar la túnica con lapicera obscura (ya que la ideal de mi dibujo era hacerle el rostro blanco y la túnica negra, como aquel ser que más recuerdo haber visto en mi infancia) pierdo completamente el control, de una forma bruta y con enojo a la vez que con entusiasmo comienzo a trazar líneas muy fuertes, algunas lo suficiente como para romper la hoja, y luego lo veo, y allí todo comienza.

No pasa por dolor, no pasa por angustia, no pasa por tristeza, pasa por la realidad. Aquellas personas que llaman a la ignorancia felicidad no tienen derecho a cuestionarse ni un poco de sus propias convicciones o ideales, tristemente mi caso no es diferente, 17 años de pura ignorancia no hizo más que generar un triste vació potencial justo en el centro de mi pecho.

Lo vi, vi a aquel horrible dibujo con admiración, mirándolo como si fuese una suerte de imagen religiosa a tal punto que llegue a encontrar lo más cercano a "fe" que sentí en toda mi vida. Las emociones fluyeron como el agua por un rio, llenándome de alegría y admiración junto hasta a tristeza y nostalgia, tristeza de querer volver a verlo y nostalgia por cuando lo veía. Lo más importante fue esa sensación de alegría, de como cuando entiendes el desenlace de una confusa película con un trama muy rebuscado, así me sentí yo cuando me di cuenta de que nunca estuve solo y de que el poder verlo fue el escape a mi tan deseada marginalidad.

Negro y blanco, blanco y negro, colores significativos que para cualquier cabeza son dos simples extremos que manifiestan sencillez. No es así, la sencillez no existe en mi cabeza, el negro es tan complejo y blanco como el blanco y ambos se integran mutuamente generando un abismo infinito de puntos que hacen un solo tono al fin y al cabo; dos en uno y uno en todo, y finalmente todo en nada.

Seria estúpido decir que en algún momento creí que eran fantasmas ya que yo solo los ignoraba por mera conveniencia y nunca fui capaz de verlos de una manera objetiva, también sería estúpido decir que esa sombra me poseyó cuando quise dibujarla, pero también sería estúpido decir fue mi imaginación. Porque todo es estúpido y aun mas cuando ese todo es inentendible.

Aun anhelo ser ese niño de 8 años que miraba para un rincón y veía un ser vestido con una capa  negra y con un rostro blanco, tan solo extraño no sentir el miedo a lo que comprendo como parte de mi y no parte de un todo o de una nada, y mucho menos de un algo.

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Comentarios: 1
  • #1

    Rose (sábado, 06 mayo 2017 08:47)

    Inteligencias múltiples. Qué importante que la escuela las estimule. ¡Muy buenos relatos!